A cada grupo de estilos lo denominamos complejo genérico, es decir, un conjunto de palos que por sus características musicales están emparentados de una forma concreta unos con otros. Así, dentro del complejo de la seguiriya encontramos estilos que, aunque sean más antiguos en el tiempo, pertenecen a ese complejo, como es el caso de la serrana o la liviana. Aunque todo apunta a que la serrana surgió como estilo musical antes que las seguiriyas flamencas, al adoptar aquella el compás de éstas la incluimos dentro de este complejo. El potencial de estilos como la seguiriya o la soleá nos obliga a incluir estilos dentro de un complejo concreto más allá de que tengamos constancia de que surgieron antes, como ocurre con el polo y la caña, más antiguos que la soleá pero que se encuentran dentro de su complejo genérico.
Los estilos agrupados en el complejo genérico de las tonás tienen en común que todos ellos se interpretan a palo seco, esto es, sin acompañamiento de guitarra. Este grupo de estilos suele ser considerado como los cimientos sobre los que se construyó la música del género flamenco, basándose en que, sobre todos los romances y las tonás, proporcionaron material melódico al resto de los cantes flamencos, especialmente a las seguiriyas, de ahí que las más antiguas tengan un marcado aroma a toná. Otros cantes a palo seco (sin guitarra) son los cantos de labor, las tonadas campesinas, que también fueron fuente de caudal melódico a los cantes flamencos. Por supuesto los martinetes, las tonás más extendidas, la debla o la carcelera también se encuadran en este grupo, así como los pregones, nanas y saetas.
Dentro del complejo genérico de la seguiriya se incluyen aquellos estilos que de una forma más clara están emparentados con ella, ya sean como antecedentes o consecuentes. Ahí encontramos las seguiriyas propiamente dichas; los cantes personales en sus variantes de Los Puertos, Cádiz, Jerez y Triana; las serranas y livianas, seguiriyas que se cantan sobre una estrofa de seguidillas, seguramente antecedentes de los estilos seguiriyeros; y las cabales, las seguiriyas en modo mayor.
El complejo genérico de la soleá es otro de los principales complejos genéricos del flamenco, donde se encuadran algunos de los principales estilos del género. Los antecedentes más claros de la soleá, los fandangos instrumentales del siglo XVIII, la tirana, los jaleos, polos y cañas, jarabes, peteneras y puntos guajiros. Estos géneros proporcionaron materia musical para que a mediados del siglo XIX cristalizaran los primeros estilos de soleá.
Las soleares personales en sus variantes de Cádiz, Jerez, Lebrija, Utrera, Triana, Alcalá y Córdoba forman un corpus de enorme valor musical que se encuentra en el centro neurálgico del repertorio flamenco.
Así mismo las cantiñas, variantes en modo mayor de los jaleos, forman parte de este complejo, principalmente las alegrías, la jota gaditana que a mediados del siglo XIX se aflamencó para formar un estilo bailable de primer orden, así como el resto de cantiñas, caracoles, mirabrás, romeras, etc.
También estilos como las bulerías o las bulerías por soleá, los romances a guitarra o la bambera moderna que, a pesar de tratarse de una variante de fandango y que, tras la versión de Niño Ricardo acompañando a Juan Peña El Lebrijano
El complejo de los tangos los conforman todos los estilos que basan su rítmica en el patrón de tango o habanera que desembarcó en las costas gaditanas procedente de las Antillas a principios del siglo XIX.
En este complejo se encuadran primero el tango gaditano, conocido popularmente como tanguillo, del que derivará la primera versión flamenca que conocemos como tango de los tientos; los diferentes tangos locales, de Málaga y Granada principalmente; las versiones flamencas de cantables como el garrotín o la farruca; las importadas del Río de la Plata como la milonga y la vidalita; o la versión moruna del tango granadino conocido como zambra, en su versión popular o bien en la estilizada por Manolo Caracol. También incluimos aquellos tientos de Luis López que conocemos como marianas. La versión bailable del tanguillo también está dentro de este complejo, el zapateado, o el desdoblamiento rítmico del tango que llamamos rumba, así como la versión de la guajira que en compás de tango creo el cantaor Pepe Marchena, las colombianas.
El complejo genérico del fandango es el complejo que agrupa un mayor número de estilos y variantes locales y personales. Todos tienen en común que derivan del fandango vocal en modo mayor que apareció finalizando el siglo XVIII para acabar sustituyendo al fandango, llamémosle antiguo, que era bailable y en modo mayor y cuyos elementos rectores derivaron, entre otros, en los estilos que hemos agrupado en el complejo de la soleá.
Este fandango cantable se manifestó primero en forma de rondeñas (posiblemente cantos de rondar) y malagueñas, fandangos de Málaga en variantes de verdiales, jaberas, etc. De ahí surgieron las malagueñas propiamente flamencas que, una vez que pasaron al repertorio de los cantaores perdieron el aire ternario del bolero español, que los flamencos llaman abandolao, para hacerse libres de compás.
Siguiendo ese modelo de malagueña flamenca surgen entonces las granaínas y los cantes llamados de levante, grupo de estilos que agrupan a las tarantas, mineras, cartageneras, etc.
El fandango cantable dotó de base armónica un gran número de fandangos locales, como los referidos de Málaga, de Córdoba, Jaén, del Huelva, etc. Precisamente sobre el aire del fandango de Huelva muchos cantaores comenzaron, principiando el siglo XX, a crear numerosas variantes melódicas que cada uno iba forjando a su medida. Surgen así los fandangos personales que agrupan hoy más de dos centenares de variantes que se han integrado en el repertorio del cante.
Después de los cuatro complejos descritos, hay que añadir un quinto grupo, el complejo de la música tradicional donde se integran los estilos flamencos que derivan directamente del folclore andaluz, y que no son susceptibles de ser agrupados en uno de los complejos genéricos anteriores.
Se tratan, pues, de versiones flamencas que determinados artistas realizaron tomando canciones directamente del folclore andaluz para crear a partir de ellas las correspondientes versiones flamencas. Canciones que acabaron siendo cantes. No es lo mismo, por ejemplo, las sevillanas que se cantan en la Feria de abril, que las que interpreta La Niña de los Peines, en clave flamenca. En este grupo se integran entonces las sevillanas, villancicos, bamberas, nanas, romances, campanilleros o alboreás. A fin de otorgarles un mayor componente jondo algunos variantes de estos cantes han adoptado el aroma de la soleá, de los tangos, del fandango, incluso de la seguiriya, para así dotarlas del aroma jondo apropiado.