La tercera provincia en los territorios del flamenco es Málaga, comarca flamenca de primerísimo orden y fuente de algunos de algunos de los estilos más representativos del género. Con Ronda, Álora o Vélez-Málaga como focos de acción más destacados, y por supuesto la capital.
Si Málaga es tradicionalmente conocida como la cantaora (y la bella), su contribución al género flamenco es fundamental para entender el desarrollo de importantes estilos de cante. Desde la malagueña a los tangos Málaga ha dejado su impronta en cada uno de los estilos con los que ha enriquecido el repertorio, ganándose un lugar muy destacado en el repertorio del cante flamenco.
El lugar geográfico estratégico también ha contribuido a ese protagonismo que ha tenido y tiene en la forja y desarrollo del flamenco.
El fandango de Málaga, en sus múltiples variantes locales, proporcionó al cante formas y maneras de interpretar a lo flamenco renovando la tradición. Acercando el canto y el acompañamiento bailable a la estética musical de la seguiriya y la soleá, el fandango malagueño se fue tiñendo de flamencura hasta que cantaores de enorme talla artística, Mellizos, Canarios, Brevas, Trinis y Chacones, lograron forjar estilos de trascendental importancia para el género flamenco.
Malagueñas, rondeñas, verdiales flamencos, y bandolás en general, la jabera y los jabegotes, estilos de fandango malagueño que se transformaron, por mor del éxito de cañas, soleares, seguiriyas y cantiñas, en cante flamenco de gran calibre. El acompañamiento de guitarra detuvo el compás para adecuarse a la manera flamenca y permitir al cante la libertad adecuada para crear melodías que han sido modelo del auténtico jipío con sentimiento.
Todo apunta a que el primer estilo en clave flamenca fue la rondeña
Málaga también ha contribuido al cante flamenco por tangos, el acento malagueño de esos estilos tienen un espíritu propio y característico que contribuye a engrandecer el género. Tangos en la tonalidad menor que artistas como El Piyayo aportaron al cante y que, desde su creación, forman parte del repertorio más flamenco, así como los más flamencos de La Pirula, o las bulerías de La Repompa. También se suele apuntar que Tobalo era rondeño y a él debemos el que seguramente es el estilo más antiguo del repertorio flamenco: el polo nominado de Tobalo, documentado desde los años veinte del siglo XIX.
Granada
Y no es menos importante Granada, con un repertorio de tangos excepcional y las granaínas inspiradas en los fandangos locales de dicha provincia aunque creadas por un cantaor jerezano, Don Antonio Chacón, otro ejemplo de cómo los cantes no tienen por qué estar ligados al territorio sino más bien a los creadores, más allá de su lugar de nacimiento.
Granada es una tierra mítica que alberga una música de enorme belleza que, tras la eclosión del género flamenco, supo adaptar buena parte de su repertorio tradicional, sobre todo por tangos y fandangos, dotados de acento propio y repletos de flamencura. Granada simboliza como ninguna otra capital andaluza el ideal exótico por el que suspiraban los viajeros del siglo XIX que tanto dieron a conocer la singular forma de cantar, tocar y bailar que se practicaba en el sur de la Península Ibérica. La gitana del Sacromonte, romana y mora, fascinaba a los extranjeros con sus bailes.
En las últimas décadas del siglo XIX, y sobre todo ya entrado el siglo XX, los cantes de Granada comenzaron a interpretarse y ganándose el favor de la creciente afición a la música jonda. Las zambras del Sacromonte hacían las delicias de los turistas que suspiraban ante tanto derroche de arte y exótico sabor oriental rescatado en occidente con sus tangos, cachuchas y alboreás. Inspirado probablemente en el fandango del Albaicín, y con aromas a la Vega granadina, Chacón compuso cantes de gran envergadura, con una sutil melodía de ejecución nada sencilla aunque muy inspirada naciendo así la granaína y la media granaína.
Aunque más alejadas del meollo flamenco tanto Granada como Córdoba han aportado un buen número de cantes muy a tener en cuenta.
Córdoba
Tienen mucha importancia también los cantes y cantaores de Córdoba capital y localidades como Lucena, Cabra o Puente Genil, aportando al repertorio cantes de gran belleza y recreados con frecuencia desde siempre por artistas flamencos de toda procedencia.
Por su parte el arte flamenco debe mucho a la afición cordobesa, en sus cafés y teatros recalaron los más importantes cantaores, no en vano fue parada y fonda obligada camino de Cádiz y Sevilla hacia Madrid. Las noticias de una intensa actividad flamenca en Córdoba se remontan a los primeros tiempos del cante profesional. En la capital omeya y su provincia se forjaron además algunos cantes señeros del repertorio flamenco, como esos tres cantes por soleá atribuidos a Onofre o las cantiñas llamadas alegrías de Córdoba.
Lucena, Cabra y Puente Genil han adaptado además sus aires autóctonos por fandangos para hacerse ya parte inseparable del mejor cante flamenco. Su concurso nacional continuó la senda poniendo en valor las mejores voces de la segunda mitad del siglo XX, en especial mencionaremos a Antonio Fernández ‘Fosforito’, protagonista indiscutible de aquella época. También los cantes camperos y la saeta tienen en Córdoba un lugar en el repertorio autóctono reinterpretado a lo flamenco.
Mención aparte merecen además los guitarristas cordobeses que, desde Paco de Lucena hasta Vicente Amigo (esta nacido en un pueblo de Sevilla pero cordobés de adopción), inscriben con letras de oro su nombre en los anales del mejor flamenco de todos los tiempos. Y nombres de bailaores de la talla de Mario Maya, cordobés de nacimiento aunque granadino de adopción. No cabe duda, Córdoba es tierra de artistas.