Al apelativo de la cantaora se refiere a Málaga capital, el principal puerto de mediterráneo andaluz y tierra de trasiego continuo de gentes e ideas, sones y mercancías que la han convertido en un centro económico que propició su vital importancia para el desarrollo de la música jonda. En sus muchos cafés se cultivó desde los primeros años del género buena parte de repertorio más notable y, por supuesto, las preciosas malagueñas flamencas que, partiendo de los cante de Juan Breva, El Canario de Álora y El Mellizo de Cádiz se consolidó como uno de los principales estilos del flamenco.
Entre los artistas malagueños, antes de nada tenemos que destacar a Antonio Monge Rivero, El Planeta, nacido en Cádiz en 1790, donde vivió hasta 1838, año en el que emigró a Málaga, ciudad donde falleció en 1856. Casi dos décadas en la capital de este pionero del cante flamenco tuvo que influir en perfilar las músicas tradicionales de Málaga para dotarlas del acento flamenco necesario. No tenemos datos que corroboren esto, pero alguien tan influyente no pudo pasar desapercibido ante la afición malagueña, tan amante del arte.
José Gelardo estudió el flamenco en Málaga y nos proporcionó muchos datos entre 1796 y 1900, referentes al cante, el toque, y el baile, sobre todo en las funciones teatrales donde los flamencos encontraron su sitio antes de la llegada de los cafés cantante. En sus estudios da buena cuenta de guitarreros y academias de baile. Por ejemplo Manuel Pérez, guitarrero, llegado de La Habana ofertando sus instrumentos en 1841. Por supuesto conocemos de las andanzas del gran Silverio Franconetti que, acompañado por Juan el Malagueño interpreta sus serranas del sentimiento, cañas, polos, jaleos, seguidillas y, por supuesto, las rondeñas del Negro y las malagueñas. En su repertorio también tuvo que destacar el Polo de Tobalo, el cantaor rondeño que comentamos más adelante. También nos habla Gelardo de la Rubia de Málaga. Y del Café de las Siete Revueltas, llamado de El Sevillano, donde cantara el mismísimo Juan Breva en 1887.
También se refiere Gelardo al cuadro de baile, que dirige el señor Ramos, que en 1893 tomará parte la célebre cantaora Trinidad Navarro la Trini, acompañada por el guitarrista Francisco Reina (a) Paco el Águila.
Como zonas claves para el desarrollo y creación de los cantes malagueños podemos destacar los barrios de El Perchel
Las malagueñas
La gran variedad de malagueñas que existen en el repertorio es la mejor muestra de la importancia del estilo, variantes personales de artistas que dejaron su sello en estos cantes. Esto no quiere decir que los creadores de malagueñas sean nacidos en la tierra, así muchas de las principales variantes que se siguen interpretando son de cantaores con malagueños, como es el caso de las de El Mellizo, Fosforito de Cádiz, Antonio Chacón, por citar tres de las que más se interpretan hoy en día. Sí son malagueños cantaores como Baldomero Pacheco, el maestro Ohana, El Canario, la Trini.
Las malagueñas son cantes de poder, con extensos melismas que necesita buen instrumento y un aparato fonador sano y fuerte, capacidad pulmonar y óptima administración del aire. El ritmo libre propicia que el cantaor adapte a sus facultades cada variante y solo los más preparados y talentosos son capaces de conducir la melodía con la jondura precisa y donde el menor fallo se hace evidente a la mínima. Es pues uno de los cantes más difíciles de interpretar. Como bien dijo Federico García Lorca: es cante de gentes con el corazón en la cabeza.
Es además el espejo en el que se miran granaínas y tarantas, todos los cantes levantinos se inspiraron en el morfología jonda de las malagueñas para cristalizar como cantes flamencos cuando se convirtieron a la música jonda abandonando su origen tradicional.
Mucho le deben dichos estilos a la guitarra en esa transformación. El papel desempeñado por la sonanta es primordial, adobando cada uno con la debidos condimentos armónicos que fueron otrogándo los aromas apropiados que los diferencian entre sí, tono por arriba para malagueñas, tono de granaína para los estilos de ese nombre y tono de taranta para los levantinos.
Es un estilo que cuenta con una variadísima gama de variantes personales, en la que su creador dejó el sello con su nombre con el que se le conoce en la historia del cante flamenco, y así tenemos malagueñas de El Canario, de La Trini, de Enrique el Mellizo, de Fosforito el Viejo, de Antonio Chacón, entre las que marcaron estilos definidos a pesar de la infinidad de los mismos para interpretarlas. Hay muchas más variantes de los citados cantaores y de otros que podemos escuchar en el enlace correspondiente de flamencópolis. Además de los comentados en la introducción, rondeñas, jaberas y jabegotes.
Tangos y bulerías
Málaga es también tierra de tangos, hay dos variantes que han cuajado en el reperotorio flamenco y que se interpretan con mucha frecuencia. Nos referimos a la variante aguajirada de El Piyayo, Rafael Flores Nieto, que son así llamado por el aroma a guajira que desprenden algunos giros melódicos. Y también los tangos de La Repompa, una cantaora que, aunque murió muy joven, dejó una huella profunda en tangos y bulerías, cantes festeros que interpretaba con inusitada gracia.
Artistas malagueños
Encarnación Santisteban, La Rubia de Málaga, dejó su voz registrada en cilindros de cera y en placas de pizarra y también es conocida por el asesinato de El Canario perpetrado por el padre de la cantaora en Sevilla en 1885, hecho que probablemente le obligó a trasladarse a Madrid a continuar su carrera. Fue figura en los cafés cantantes, de Silverio, El Burrero en Sevilla, y también en los de Madrid, Almería y su tierra malagueña. Se unió sentimentalmente a El Mochuelo grabando juntos algunos registros en 1907.
Una de las principales figuras del cante malagueño es la citada Trinidad Navarro Carrillo La Trini (1868-1930). Nos ha legado varios estilos de malagueñas, dos de ellos muy practicados en la actualidad, siendo referente para los principales cantaores a lo largo de un siglo. Perdió un ojo siendo muy joven aunque no fue óbice para triunfar con sus cantes en toda Andalucía. Regentó un ventorrillo en La Caleta malagueña donde se dieron memorables fiestas de cante que han pasado a la historia.
Grande en los cantes malagueños y en los llamados de levante fue el gitano Joaquín Vargas Soto Cojo de Málaga. Dejó grabado un buen ramillete de cantes que son la mejor muestra de su talento como interprete y recreador de variantes de diferentes estilos.
La Pirula, otra cantaora que murió muy joven y nos legó un repertorio precioso de tangos y bulerías que nos ha transmitido su hija, La Cañeta, heredera del tesoro y que ha llevado por todo el mundo con talento y una rotunda personalidad.
También debemos mencionar a La Juanaca, cantaora malagueña a quien se atribuyen una variante de cantiñas de especial belleza. Las cantiñas son casi todas de Cádiz (sobre todo Alegrías) y de los pueblos de La Bahía (Sanlúcar, El Puerto, etc.). Hay sin embargo algunas pocas variantes que han surgido de cantaores de otras provincias como es este caso de La Juanaca.
Son muchos más los cantaores que ha dado la capital malagueña pero que no podemos citar aquí debido a la escasez de espacio. Pero no queremos dejar de citar a Juan de la Loma, Pepe de la Isla, La Faraona, Juan Casillas, Agustín Núñez, El Galleta, Antonio Grau Dauset, Juan Villodres, Agustín de las Flores, El Niño de la Rosa Fina, Carlos Alba, La Trinitaria, Lola Cabello, Niña de Málaga, Manolillo El Herraor o El Niño de las Moras.