Córdoba, la llana, la del romancero, ciudad califal, capital del mundo en la Edad Media, sede de la más alta cultura oriental en el extremo occidental de la tierra conocida, vergel y paraíso bañado por un Guadalquivir serpenteante, ciudad mestiza que ha logrado una cultura propia reflejo de aquel espejo en el que se miraron las grandes capitales de la cultura medieval. Su situación geográfica le propició tener un papel primordial en la historia del flamenco, estando, desde los primeros años del género, mediado el siglo 19, en el ojo del huracán de la música jonda. Paso obligado entre dos territorios fundamentales en el género como son la Andalucía meridional que forman las provincias de Sevilla y Cádiz y la corte madrileña, que tanta importancia tuvo en la historia y desarrollo del flamenco.
Entre las provincias andaluzas, Córdoba siempre se ha distinguido por su flamenquismo y por tener una afición muy entendida. Incluso un ilustre flamencólogo cordobés afirmó que la afición de Córdoba está influida por cierta inclinación al estilo sentencioso que caracteriza a estos andaluces.
Fue Silverio Franconetti quien, a partir de 1864, al regreso de su periplo americano, recorrió toda la geografía española y recaló en muchas ocasiones en la capital cordobesa dejando una huella con sus seguidillas gitanas poniendo el germen de una actividad flamenca que llega hasta nuestros días, y que convierte a Córdoba en un lugar de paso obligado para los artistas flamencos de todas las latitudes y que cantaban, tocaban y bailaban por todos los estilos. Córdoba se convirtió entonces en un lugar privilegiado con sus cafés y teatros siempre dispuestos a programar arte flamenco.
Los cantes de Córdoba se suelen presentar como formas derivadas de cantes matrices, soleares cordobesas inspiradas en los cantes trianeros o alegrías cordobesas lejos de la Bahía gaditana y con una factura melódica única, pero cantiñas al fin y al cabo. Esta idea ha sido rebatida, por supuesto, por algunos expertos, reconociendo a estos cantes cordobeses su carácter propio y su clara diferenciación de lo que se han llamado cantes matrices. Por ejemplo, Ángel Alvarez Caballero considera que no hay una soleá autóctona cordobesa atribuida al cantaor Onofre inspirada en la variante trianera de un mediocre cantaor trianero llamado Ramón el Ollero que Córdoba modeló y adaptó a su peculiar manera de sentir y expresar el canteEstamos de acuerdo con Álvarez Caballero en tal aseveración excepto, claro está, en lo de mediocre cantaor, no sería Ramón tan mediocre si creó un estilo de soleá que tanto impacto ha tenido en otros cantaores y en otras variantes.. Mientras, otros aseguran que es cordobesa de pura cepa. Un escucha de ambos estilos (el primero de los tres atribuido a Onofre con respecto a la de El Ollero) pone de manifiesto cómo deriva una de la otra.
Así mismo las llamadas alegrías cordobesasAsí son conocidas aunque en sentido estricto deberemos hablar de cantiñas de Córdoba, ya que no son alegrías, esto es, no derivan de jota sino que es un cantable en modo mayor sobre el compás compuesto de la soleá, es decir son cantiñas. No olvidemos que todas las alegrías son cantiñas pero no todas las cantiñas son alegrías. En el grupo de las cantiñas las alegrías son jotas, y lo que no es jota es cantiña. Ver el artículo cantiñas en flamencópolis. tienen, como decimos, una singularidad en lo melódico pero también en la armonía del acompañamiento tienen un origen incierto que a día de hoy no ha quedado resuelto. Sí sabemos de su belleza, su carácter que casa perfectamente con la estética musical cordobesa, plena de delicadeza, y una singularidad acorde con la distancia que la separa del territorio gaditano, origen de casi todas las cantiñasExceptuando las atribuidas a Pinini de Utrera y la cantaora malagueña La Juanaca..
También se atribuye a Onofre la aclimatación de estos cantes de cantiñas al repertorio flamencoEsta teoría sobre el origen de estas cantiñas la debemos al poeta de Puente Genil Ricardo Molina quien afirmaba además que tenían una historia breve, acaso sesenta años (referencia de los años sesenta del siglo 20, es decir que databa su origen hacia el año 1900)..
Y por último, aunque aquí sí estamos antes un repertorio autóctono, están los fandangos que se cultivan en la provincia cordobesa. Destacan tres focos de creación, Lucena, Cabra y Puente Genil. Los cantes de Lucena, sin duda los más conocidos y arraigados entre los intérpretes flamencos, en Cabra destacó el cantaor Cayetano Muriel, intérprete destacadísimo de ese repertorio de fandangos cordobeses y a quien debemos su definitiva expansión, y por último el fandango de Puente Genil, zánganoRecomendamos el libro de Álvaro de la Fuente Espejo Flamenco Revolutum donde indaga en el origen de la versión flamenca del zángano. Un estudio interesante sobre las saetas cuarteleras (no flamencas) practicadas en Puente Genil y sobre las diferentes versiones del zángano..