Es a partir de enero de 1927 cuando el empresario Vedrines decide publicitar sus espectáculos como ópera flamenca ya que gracias a esa triquiñuela el fisco intervenía bastante menos impuestos que si se tratara de un espectáculo de variedades.
Se creyó durante mucho tiempo que el nombre provenía de la exclamación de la madre de Pastora Pavón ante el cante majestuoso de su hija: ¡Viva la ópera flamenca!, así lo confesó el mismo Vedrines. Sin embargo consultando la prensa de la época hemos encontrado como en diciembre del 1926 se anunciaba como gran evento de cante flamenco y en enero del año siguiente ya empezó a intitular las funciones como de ópera flamenca. Antonio Barberán ha escrito un extenso artículo acerca de la fecha de inicio de la ópera flamenca. Así como Alberto Rodríguez en su blog Flamenco de Papel.
Vedrines daba trabajo a 40 artistas y pagaba sueldo de 4000 pesetas diarias, del año 1928, entre ellos Cepero, Pastora, Vallejo, Guerrita y Chacón, la espuma de la flamenquería vaya.
Es sin duda la época más denostada por la flamencología tradicional al haber abusado, sobre todo después de la guerra civil, de cantes livianos y de poca enjundia y cantaores más circenses que cargados de hondura. Sin embargo en ese saco se han metido también artistas como el Niño de Marchena o el mismísimo Antonio Chacón, habiendo participado en aquellas veladas Manuel Torre o La Niña de los Peines. Todos fueron artistas de la ópera flamenca, los más grandes de la época.
Hay que tener en cuenta que a partir de julio de 1936 y sobre todo, a partir de abril de 1939, los españoles no estaban para jonduras y preferirían como es natural cantes que les ayudaran a olvidar las penurias de la postguerra. Un simple ejercicio de abstracción nos ayuda a comprender el porqué de aquella ola de espectacularidad canora que reinó hasta mediados los años cincuenta y más allá.