En una época de transición como la que nos estamos refiriendo en este capítulo, los estilos musicales están en constante adaptación a las nuevas corrientes y la flamenca, gitanesca, está en su punto álgido precisamente en los cincuenta y primeros sesenta.
Después de los polos, cañas, livianas y serranas de la primera época (1820-1850), comienzan a surgir bailes, como los que aparecen en la obra La Estrella de Andalucía del coreógrafo y bailador Antonio Ruiz, estrenada en septiembre de 1853 en Madrid y concebida expresamente para la sevillana Manuela Perea La Nena: jaleo, guillavá, jeliana, los tres de claro carácter agitanado. Muestra de que algo estaba cambiando.
Gilianas
Del enigmático cante nominado giliana sabemos que lo cantó Antonio Jiménez El Mellizo hijo en el Concurso de Cádiz de 1922. Por otra parte Pepe de la Matrona afirmaba que se llamaban gilianas a las soleares bailadas por una mujer, mientras que cuando lo hacía un hombre se llamaban jaleos. Por lo visto no era así mediado el siglo XIX, ya que la encontramos bailada por la pareja principal de la compañía. Sabemos del cante por Gilianas por Luis Suárez Ávila. El investigador portuense la rescató en el repertorio de Jeroma la del Planchero con esta letra:
“La Galiana está en la cortetejiendo la rica mangapara el fuerte Rocasinoque por ella juega a las cañas”.
Tenemos desde hace tiempo el fragmento de un ramillete de cuadros y costumbres arreglados por Gregorio Urbano Dargallo con el titulo genérico de Horas alegres y publicado en 1847 donde se cita la geliana, ahora con G y cantada. Siete años antes de las anteriores noticias la hallamos en la descripción de una fiesta flamenca en toda regla y seguramente la más antigua mención del estilo, hasta el momento.
Bailando playeras (seguiriyas arcaicas), deshaciéndose con el gracioso arandito (antiguas cantiñas) y desgañitándose cantando la geliana (seguramente una antigua soleá romanceada).
Esta soleá romanceada, emparentada por la flamencología con alboreás, jaleos, chuflillas y nanas, Antonio Mairena la grabó como Giliana
y según Suárez Ávila es de inspiración propia construido a partir de un cante de Jeroma la del Planchero:
A la giliana,moros y cristianoslloran por Granada
Luis Suárez nos indica a su vez un cierre de Bulerías por soleá con esta letra:
¡A la galiana, a la galiana!Mi pare está malo,malito en la cama
Por su parte no debemos olvidar que Paquirri El Guanter cantó en Cádiz El Jaleo de la Gariana en 1847. Quedaría apuntar también que Steingress aventuró en su día la posibilidad de que Tío Luis el de la Juliana bien podría ser Tío Luis el de las Jelianas.
Zapateo indiano
El muy popular actor D. Juan Lombía publicó en Madrid en 1845 su libro El Teatro, subtitulado
“Origen, índole e importancia de esta institución en las sociedades cultas. Títulos de gloria con que cuenta la nación española para cultivarla con empeño. Causa principal de la anterior decadencia del teatro español y del abandono en que se halla actualmente; necesidad de organizarle; vicios de que adolece en el día; medios de estirparlos. Bases para una ley orgánica que fomente los progresos del teatro en todos sus ramos, sin gravar al erario”.
Menciona (p. 109 a 114) cañas, polos, malagueñas, rondeñas, playeras, jotas, seguidillas manchegas y seguidillas mollares sevillanas, el zapateado, con estas palabras:
y en el Zapateado un hombre solo figura requebrar a todas las mugeres que hay en el corro; estos dos bailes (se refiere a la cachucha y el zapateado) y otros en que juegan más los talones que las puntas de los pies son de origen americano y tienen unas músicas también muy expresivas”.
El zapateado flamenco tiene más de americano que de otra cosa, no en vano se interpreta al son del tango americano de Cádiz, el tanguillo, y su práctica la encontramos en casi todos los países de la América hispana, sin embargo aquí ya solo se practica en el flamenco. Por lo visto desde el XVI se bailó zapateando en España, en el fandango antiguo (indiano) sabemos que se zapateaba, sin embargo la versión que hacen los flamencos, en el aire que lleva, no puede negar su ascendente indiano.
Jaleo de la solitaria
Si la soleá proviene del jaleo, éste de 1845 bien podría ser uno de los que configuraron el estilo. La noticia aparece en el diario gaditano El Comercio el 1 de enero, y reza como sigue:
“Teatro del Balón: Mañana se ejecutará a beneficio de don Luis Alonso, segundo bolero de la compañía, el melodrama de grande espectáculo…- Concluido el primer acto se bailará por dos niñas de cinco años Angela Cantalova y Concha Santaella, vestidas de gitano, el jaleo de la solitaria”.
Tonás
Las livianas eran unas tonás que tenían su propio ritmo externo, que no eran esclavas del instrumento músico, que se interpretaban con el ritmo propio de los cantos a solo, ni más allá ni más acá, y que en realidad eran improvisaciones. Así lo afirmaba el mismísimo Chacón. Es probable que la fusión de esas tonás y livianas, con la guitarra encendiera la espita del flamenco, siguiendo las reglas de arte, como hiciera Mairena con la Toná-Liviana.