La guitarra tiene nombres que están en letras de oro en el panteón de los grandes del flamenco. Ya dijimos que en los años de la posguerra dejaron su huella maestros de la sonanta como Niño Ricardo o Melchor de Marchena, que fueron el paradigma de cómo acompañar el cante flamenco, marcando la pauta a las jóvenes generaciones. Sin embargo, aparece en los años 20 en Madrid un joven prodigioso, un guitarrista de raza con un toque virtuoso, rítmico y preciso como nunca antes se había escuchado. La facilidad de Sabicas para la sonanta llamaba la atención desde que tañía el primer acorde.
Nacido en Pamplona, llega a Madrid con 10 años, alternando desde muy joven con artistas de todo pelaje y llamando incluso la atención del rey del toque en los años veinte, Ramón Montoya. En esta misma década forma parte de compañías como la de Estrellita Castro, la Niña de La Puebla y su marido Luquitas de Marchena, la Niña de los Peines, José Cepero, El Cojo de Málaga, Guerrita, Pepe Pinto, Mazaco o Niño de Utrera, entre otros.
En 1936 se traslada a Argentina uniéndose a la troupe de Carmen Amaya, con quien viaja por todo el continente durante más de 15 años hasta que en 1955 se instala en Nueva York, siendo su residencia hasta su fallecimiento en 1991. No regresará a España hasta 1967, para recibir la Medalla de Oro de la Semana de Estudios Flamencos de Málaga. A partir de entonces, sus visitas serán cada vez más frecuentes.
La carrera de Sabicas queda perfectamente resumida si analizamos su discografía, más de 50 discos que son la mejor muestra de su heterodoxia y maestría tocaora. Antes de fallecer grabará junto a Enrique Morente un disco doble que es hoy ya historia del flamenco grabado.