A caballo entre dos épocas, tenemos constancia de cantaores que dieron el paso seguro hacia el cante y en sus creaciones y estilo se basarían buena parte de los que vinieron después. Desde los años cincuenta del siglo XIX, cuando se estaba confeccionando el repertorio y aun no se había establecido el nombre de flamenco, cuando a los seguidores de ese tipo de música y baile nuevo se les solía llamar aficionados al jaleo. No se referían en concreto al género musical, los jaleos
Después de unos años veinte bastante agitados en lo musical, con las actuaciones de Antonio Monge Rivero El Planeta, rey de los polos, los éxitos de su hermano Luis Alonso, la llegada a Madrid de su sobrino Lázaro Quintana, desembarca en Sevilla y en Madrid una forma de hacer música que vendría a renovar la ya entonces desgastada escuela bolera.
Llegados los años cuarenta la melodía flamenca es suficientemente conocida y sus gorjeos marcan el estilo. Los ritmos serán heredados de lo bolero aunque sincopando a lo gitano sus acentos para remarcar el elemento indígena. En esta gacetilla de 1847 se nos informa de un hecho muy a tener en cuenta. Es la primera vez hasta el momento que encontramos la denominación flamenco referida a un género de música. Hasta entonces se hablaba de canciones y bailes andaluces o directamente gitanos, pero aquí ya leemos que Lázaro Quintana y Dolores la gitanilla son artistas flamencos.
El Planeta
Fuera de la literatura o las leyendas más o menos ciertas, la familia Monge-Alonso de Cádiz aparece ante nosotros como esencial en la configuración primera del género flamenco. Nombres como el de Antonio Monge, conocido artísticamente como El Planeta, rey de los polos, tal y como lo bautizara Estébanez Calderón, su sobrino Lázaro Quintana, el alumno más destacado de Planeta, junto al portuense El Fillo, o el cantaor de Puerto Real afincado en Triana Frasco El Colorao, aparecen en los papeles como pioneros del género, a los que se unen principalísimos artistas como el trianero Antonio Cagancho, la isleña María Borrico, el gaditano Curro Dulce, los jerezanos Manuel Molina, o Mercé La Serneta, Loco Mateo, Paco La Luz, El Gordo Enrique Ortega de Cádiz, patriarca de una de las familias más señeras del arte, bisabuelo de Manolo Caracol, Paquirri El Guanter, Francisco La Perla o Tomás el Nitri y, por supuerto, el gran Silverio Franconetti, ordenador primero del género e impulsor máximo de la profesionalización del cante que catapultó definitivamente el flamenco hacia los escenarios y le dotó de la savia necesaria para que acabara convirtiéndose en un género musical mundialmente reconocido. Todos ellos nacidos entre 1790 y 1840. Pronto encontramos a Antonio Frijones, Antonio Escalona, para el arte Juan Breva, la rondeña La Andonda, El Rojo El Alpargatero o Enrique El Mellizo. Según avanza el siglo XIX la nómina de artistas crecerá considerablemente llegando a su punto más álgido con nombres como Antonio Chacón, Manuel Torres, Pastora Pavón o El Niño de Marchena.
A todos estos habría que sumar los boleros que trabajaban en las compañías de los teatros gaditanos, El Principal, El Circo y El Balón, sobre todo en estos dos últimos. Seguramente muchos de ellos también participaron en la configuración del género flamenco, tales como Francisco Pardo.
Y añadimos finalmente la olvidada contribución de los cantadores y bailadores de los teatros de Madrid que durante ochenta años subieron a las tablas de El Príncipe y La Cruz miles de obras llenas de flamencura dieciochesca. Si pudiésemos escuchar la música que se cantaba, tocaba y bailaba en Andalucía en las primeras décadas del XIX seguramente no la identificaríamos como flamenco, lo más parecido serían las tonadas (tonás, melodías) que comenzaban a brotar como soporte musical de los romances que cultivaban los gitanos de la Bahía y Triana, o los polos también agitanados, las cañas.
Paquirri el Guanté
Francisco Guanter
Desconocemos cómo era físicamente Paquirri el Guanter, que según testimonios era feo de bonito, pero sí está documentada su figura imprescindible del flamenco primitivo, fue cantaor y guitarrista a quien se atribuye la aplicación de la cejilla como herramienta fundamental para la práctica del toque flamenco, honor compartido con su paisano José Patiño, guitarrista de Silverio en sus primeras actuaciones tras el periplo americano del cantaor y figura principal del toque considerado como el padre de la criatura.
Hijo de un valenciano y una moronense Paquirri, Francisco Guanter, recogió desde jovencito una tradición cantaora que marcaría una época y trascendería el tiempo y el espacio llegándose a integrar sus cantes en el repertorio de cantaores tan señeros como, por ejemplo, Fernanda de Utrera quien solía rematar sus tandas por soleá con un cante atribuido a Paquirri.
También fue conocido guitarrista, hasta el punto que la Encliclopedia de la Música editada en Francia por Lurencie/Lavignac propone una interesante genealogía de la guitarra flamenca que sitúa a Paquirri en primer lugar seguido de su alumno Patiño. Raro planteamiento ya que éste era al menos ocho años mayor que el joven Guanter. Aunque contando con lo precoz que fue Paquirri todo pudo ser, no olvidemos que debuta en Cádiz, acompañándose de la guitarra, con 10 años, en 1846, repitiendo al año siguiente. Patiño entonces contaba 18 sin embargo aparece por primera vez en prensa en 1864.
En una nota al pie Lavignac afirma que “Paquirri fue el primer tocaor que acompañó a la guitarra las seguiriyas, serranas, soleares, polo y la caña, los únicos aires de cante jondo que admiten la intervención de la guitarra”.
Este pobre artista fue asesinado en la cárcel madrileña del Saladero acusado de un crimen que nunca cometió, contaba 26 años. Su legado ha sido fundamental para el género aunque no se le haya rendido el debido reconocimiento.
Curro Dulce
La figura del viñero Francisco de Paula Fernández Bohiga, para el arte Curro Dulce, está siendo investigada, entre otros por Antonio Barberán. Se le atribuye el cante de la caña sobre la que intervinieron después Enrique Ortega, Silverio o Chacón, y tres cantes por seguiriya. Sus cantes han quedado en la memoria y se practican un siglo y medio después como música clásica de primera calidad que es. La capacidad para adaptar las melodías del cante y el hecho de meter letras diferentes a las originales conllevan la modificación del cante original. Si pudiésemos escuchar a Curro Dulce, Durse para los recalcitrantes, seguramente nos sorprendería lo lírico de su cante frente a las versiones crudas que imperan hoy en día, con ese apodo, dulce, solo pudo tener una voz de caramelo.
Frasco el Colorao
Las últimas investigaciones de Manuel Bohórquez sitúan al cantaor Frasco el Colorao como nacido en Puerto Real y residente en Triana asignándole el mérito de haber sido el maestro de todos los grandes cantaores que vinieron después. Este cantaor, no gitano, tuvo mando en plaza en el mundo de la seguiriya y de él bebieron de Silverio a los Cagancho y su nombre figura hoy por hoy entre los puestos más destacados del panteón de los grandes artífices del género.
Lázaro Quintana
Este cantaor gaditano, sobrino de El Planeta, aparece citado en las carteleras gaditanas de los años veinte y vuelve con nuevos bríos en los cuarenta. Después desaparece y no volvemos a saber de él. Ya hemos visto la noticia de Lázaro en Madrid en 1847, primera vez que aparece un cantaor flamenco, reconocido como tal.
Intérprete de peteneras, corraleras y seguramente polos, cañas, rondeñas, ha sido olvidado durante demasiados años, Ahora ya es mencionado como merece en la historia del flamenco.
Juan de Dios
Sabemos de Juan de Dios por diversas fuentes. Lo cita Estébanez en “Un baile en Triana” cantando el polo de Tobalo con acompañamiento coral. Al cantaor de la isla de San Fernando lo encontramos también en la letra de la canción Joselillo el torero citada por Blas Vega:
“Soy torero y bebeó, canto también la serrana de Juan de Dios y Planeta”.
Forma parte de la troupe que visita Madrid en 1853 para cantar en los salones de Vensano, y Demófilo lo incluye en la nómina de artistas que le proporcionó Juanelo de Jerez. Antonio Barberán nos da su nombre completo: Juan de Dios Domínguez Cadenas. Su pasión era el toreo, aunque al parecer no era de lo mejor que lidió en la corte.
Como artista es otro cantar. Hemos encontrado dos noticias citándolo como cantaor y bailaor, y otras más como torero. La cronica de toros de El Enano del 8 de julio de 1851 afirma que el isleño de torero
“Parece en lo soso un ave fría, en cambio dicen que tiene mucha sal para entonar unas playeras y bailar el tango o el jaleo”.
Ahí está, bailando el tango, la soleá o cantiñas (entonces aun jaleos) y cantando por seguiriyas (entonces playeras).
Otros cantaores pioneros
María La Borrica (María Borrico), su hermano El Viejo de la Isla, , que con sus seguiriyas impusieron una forma de cantar que ha perdurado hasta hoy, y la troupe que llegó a Madrid en 1853/54 cantando playeras, cañas, jarabes, rondeñas, seguidillas afandangadas son pruebas más que de sobra para comprender el estado en el que se encontraba el flamenco mediado el siglo XIX, una década antes de que Silverio regresara de América para poner orden en la casa del flamenco, agrupando el toque, el cante y el baile en un único espectáculo flamenco en los Cafés, dejando atrás definitivamente la música y los bailes boleros, a lo que acabó quitando el trono.
En el ámbito de la seguiriya, son obligados los nombres de el señor Manuel Molina y Frasco el Colorao, quienes con su estilo personal trazaron las pautas de un cante considerado como el paradigma de lo jondo.
El trianero Manuel Cagancho, padre de otro grande del cante, Antonio Cagancho, está considerado así mismo uno de los patriarcas del cante en el arrabal sevillano, marcando una época con sus seguiriyas y soleares.
Destaca también el portuense Tomás El Nitri, primera llave de oro del cante, otro seguiriyero de pro que mereció el respeto de los grandes a pesar de su vida un tanto desordenada, de artista bohemio que se dejó fotografiar para la posteridad como poseedor de la citada llave.