El estilo flamenco que conocemos como polo se pudo haber configurado a partir del antiguo género homónimo que desde mediado el siglo XVIII se cultivó sobre todo en Andalucía y que aparece recogido en diversas partituras de la época. Si la versión flamenca es una suerte de cruce de caña con rondeña, el antecedente más claro es el llamado por algunos estudiosos polo de salón, presente en los más diversos espectáculos líricos, y que se cantó en los teatros españoles teniendo su máximo exponente en Manuel García, El polo del contrabandista que aparece en su obra El poeta calculista y el que escribió, y que él mismo interpretó, en El criado fingido ambos de 1805.
Ya José Cadalso en sus Cartas Marruecas de 1773 pone en la voz de un joven las siguientes palabras, atribuyendo carácter instrumental al género: “en sabiendo leer un romance y tocar un polo, ¿Para qué necesita más un caballero?”.
Pocos años después el conde de Noroña, en 1779, se refiere al “quejumbroso polo agitanado”. Mientras Cotarelo i Mori nos transmitió los siguientes versos procedentes de un entremés anónimo de mediados del siglo XVIII:
En Portobello te amé,
en la Veracruz te vi,
fui a Buenos Aires muriendo
y en Lima te dije así:
Si tu quisieras charupa mía
yo te arrullara y te llamaría;
si tú me amaras serías solo
quién te tocara y bailara el polo.
En la Habana, mi vida, cantan así:
cacharro faquiel faro sirano chaqua catuleberí.
Pase por tonadilla; quédese aquí
De nuevo aparece el componente indiano tan ligado a los estilos musicales bajo-andaluces, además del elemento bailable. Rastreando la música del siglo XVIII se encuentran suculentas referencias al polo y, ya en la prensa gaditana del XIX, acaban apareciendo polos de varias clases. Es importante apuntar que en el polo de salón encontramos la cadencia andaluza como tal, la que pronto se convertiría en la tonalidad propia del acompañamiento a la guitarra de los más genuinos estilos del flamenco. Además es preciso apuntar cómo en muchas ocasiones las referencias al polo vienen unidas al carácter quejumbroso de su canto, como ocurre en la tonadilla a tres de Pablo del Moral estrenada en 1801 bajo el título El castigo de un engaño (polo):
El hombre que se enamora
y no descubre su pena,
padece sin esperanza
de lograr lo que desea,
ay ay ay vida mía,
ay ay ay ay de mí,
que tus ojos traviesos
me han hecho infeliz,
ay de mi ay de mi
Tanto el aire (despacio) como el compás (3/8) parecen ser la premonición de la soleá, estilo tan ligado en sus orígenes (en los años cincuenta del siglo XIX) a la caña y el polo flamencos. Estos ayeos del polo anuncian el espíritu flamenco presente en esta música, sin embargo aun faltarán dos décadas para que cristalice el polo flamenco propiamente dicho, aquel nominado “polo de Tobalo”, en referencia a su creador, al parecer el rondeño Cristóbal Palmero.