Nombres como Dardalla, Pardo, Ruiz, Tapia, Vera, no aparecen en los libros de historia del flamenco cuando tenemos pruebas más que de sobra para que al menos tengan su merecido lugar en el panteón de los grandes alquimistas del género.
Dardalla
José María Dardalla y Gutiérrez fue el primer actor del género gitanesco, el más popular de los cómicos andaluces (según Enrique Rodríguez Solís era sevillano), a su arte debe la historia del teatro en español un lugar de privilegio por las innumerables veces en que demostró su talento. El público lo adoraba, los autores hacían cola para escribir obras a su medida. En su repertorio, amplísimo, destacan papeles tales como el tío Pinini, el tío Macaco, el tío Conejo, el tío Carando, el tío Lebrel o el tío Tripas.
La primera noticia que tenemos de Dardalla se remonta al año 1841, y aparece como “gracioso de la compañía del Puerto de Santa María”. En 1843 ya aparece en Madrid donde, junto al cantador Francisco Pardo, pondrá en escenas las comedias gitanescas que tanta fama le dieron. Regresa a Cádiz en 1845 donde permanece dos años.
Pardo
Francisco Pardo, compañero inseparable de Dardalla en sus experimentos gitanescos, es otra figura merecedora de estar aquí. Muchos de los estilos del flamenco los hallamos en fase embrionaria en el repertorio de estos señores, y señoras. Pertenecen en general a una misma generación, la de los años dorados, los que van del 40 al 60 del XIX, la que dio el paso definitivo para elevar a categoría de arte el canto popular andaluz.
En su repertorio encontramos las boleras del jarabe americano, la linda canción “la malagueña”, las boleras jaleadas de la Cirila, la Serrana o el tango americano, seguidillas gitanas. Comparte escenario con Lázaro Quintana en su visita a la capital en 1848, de quien probablemente aprendió la liviana. En verano de ese año realiza una gira andaluza camino de Cádiz con exitosas paradas en Écija, Córdoba Sevilla, Sanlúcar y el Puerto de Santa María. En Valencia y Barcelona darán numerosas funciones entre 1850 y 1857. En Barcelona cantará el Tango de la mamita o el zapateado de Cádiz a la guitarra o las sevillanas. En la capital del Turia canta “Los machos de Perico La-Cambra” (liviana).
A Francisco Pardo, que no aparecía en ningún libro de flamenco, debemos considerarlo uno de los pioneros. Por cantar en la compañía de Dardalla y en activo durante 20 años se ha quedado en la cuneta, no cuadra con el modelo de cantaor primitivo que dibujó la flamencología. La apisonadora “flamencólica” lo ha dejado fuera.
Soriano Fuertes
Mariano Soriano Fuertes (Murcia 1817- Madrid 1880), compositor que, aun siendo citado por la flamencología al encontrarse en sus obras sendos pregones insertados por los flamencos en el mirabrás y los caracoles, no ha tenido la atención que merece. Fue el rey de la música gitanesca de los cincuenta, autor de títulos como El tío Caniyitas, ¡Es la chachi! Jeroma la castañera o La sal de Jesús, canciones y álbumes como los Recuerdos de Andalucía, Los gaditanos, La feria de Santiponce, El ventorrillo de Alfarache, La venta del Puerto, Lola la gaditana, La serrana, Pepiya la salerosa, La fábrica de tabacos de Sevilla, La macarena, El tío Carando en las máscaras, La Curra, El cantaor de Sevilla, Las playeras… ¿Quién da más?
Otra que fue muy popular es el juguete cómico-lírico-bailable en un acto El tío Pinini. La obrita consta de varios números musicales que, si bien variaban dependiendo la compañía que la ponía en escena, podemos considerar una obra muy flamenca. Aunque apareció como zarzuela sus cantables y bailes estaban extraídos del repertorio popular andaluz formando esta “suite flamenca” de 1850: Introducción, Zapateado, Ole nuevo (en la edición de 1854 ole coreado), Vito sevillano, Polo nuevo andaluz (en 1854 aquí se indica El Jaleo gaditano, o es que por entonces eran la misma cosa, el polo nuevo y el jaleo de Cádiz), Paso a dos burlesco de la Araña, Baile final. El elenco del estreno madrileño: Pepa Vargas, Pardo, Dardalla, los Guerrero, todo un cuadro flamenco de cuando el género empezaba a ser y estar.
Su labor de estudioso de la música española le llevó a editar la primera Historia de la Música Española en los primeros cincuenta. En el segundo volumen, cuando se refiere a los monodistas del siglo XVI, sin quererlo traza el triángulo flamenco de aquellos años cincuenta, cuando ni siquiera había cristalizado el género tal y como lo conocemos. En el apartado Imitadores de la música española en Italia se refiere al origen del recitado afirmando que:
“Aquella música se hacía a golpe seco de instrumento tal y como se acompañan los Cantaores de los barrios de Triana, La Macarena, La Viña y El Perchel. Es decir que el recitado atribuido a los florentinos (los modernos) hacia 1600 y que supuso el espaldarazo para el nacimiento de la ópera, tenía su origen en nuestras antiguas jácaras y romances”.
Federico Vera
Nunca se ha mencionado en los libros a este joven que, a pesar de su enfermedad crónica de pecho que le hacía difícil el gorjeo, es animado por sus amigos a subirse a las tablas del Teatro Principal de Cádiz a cantar acompañándose de guitarra. Seguidor de la escuela de Manuel Ojeda Manti fue muy aplaudido en Cádiz y en toda España. Las noticias que tenemos de él pertenecen casi todas al diario El Nacional de Cádiz del año 1846, el mismo año que, con diez añitos, debutara Paquirri El Guanter, Lázaro Quintana cantase la petenera veracruzana y nada menos que Marius Petipa y la Guy Stephan triunfaran en Cádiz.
En su repertorio encontramos El Charrán (Iradier), El mocito del barrio (Revenga), La currela (?, localizada por Ortiz Nuevo en La Habana, 1845), La Jaca de Terciopelo (Iradier), El polo del contrabandista (García), El jaleo sevillano o sea las legítimas corraleras de Triana (?, ese mismo año, en febrero, Lázaro Quintana canta unas nuevas sevillanas también acompañadas de guitarras), El Torero de Madrid en la Plaza de Cádiz (Iradier). A su llegada a La Habana, al distinguido cantor andaluz lo recibieron en el muelle numerosos entusiastas a la música salá. La cita es del magnífico trabajo de Ortiz Nuevo “Tremendo asombro” que dedica un apartado a Francisco Vera. Además del repertorio citado canta Las ligas de mi morena y El Macareno (Soriano Fuertes), la canción mímica El Torero (Iradier), entre otras. No es flamenco, no es cante como una década después hará Belart, son canciones preñadas de giros que el cante hizo suyo para confeccionar el repertorio jondo.
Familia Ruiz
Antes que el gran Antonio Ruiz Soler “El Bailarín”, hubo otro Antonio Ruiz, padre Concepción, Conchita, Concha Ruiz, y Dolores Ruiz. Que Ruiz ha sido un apellido de ilustres bailadores no cabe duda. Empezando por Francisco Ruiz “El Jerezano”, María Ruiz La Bonita, Josefina Ruiz, Lola Flores Ruiz, Francisco Ruiz Gómez “Paco Laberinto”, Dorita Ruiz, Pepa Ruiz. Durante los años cruciales que van desde 1848 a 1860 contribuyeron notablemente a la difusión de los bailes macarenos. Compartieron escena con La Nena, Pepa Vargas y Petra Cámara. Visitaron Cádiz en 1848 procedentes de Sevilla actuando hasta 1849 en el Teatro del Balón junto a la Cámara entre otros. La prensa lo dijo alto y claro:
“Destacan cómo no en los bailes andaluces, haciéndolos de un modo que no tememos arriesgar nada diciendo que es hoy quienes mejor los desempeñan”.
Carlos Atané
La flamencología ha desechado a muchos artistas por el mero hecho de no responder al estereotipo de flamenco modelado de Estébanez a Demófilo. Pero si una persona que baila la caña, la rondeña, seguidillas gitanas, tangos y polos no es flamenca, más aun si desarrolla su carrera entre 1840 y 1865 (aprox.) ¿Quién lo es? Y si se codea con la Nena, Pepa Vargas, Pardo y Dardalla más aun. Y la Guy y la Fuoco…
Atané es un personaje crucial para comprender la evolución de los bailes del país hasta cristalizar en las formas que después se conocerían como flamencas. Alberto Rodríguez Peñafuerte halló su lugar de nacimiento, Valencia, origen como el de otros apellidos flamencos como los de Aurelio y Paquirri, Sellés y Guanter. En internet aparece como apellido francés, aunque extendido en España y América.
Atané trabajó varios años en diversas compañías siempre como coreógrafo, maestro de baile o bolero. Y pertenece a aquella generación que revolucionó la música y el baile mediado el XIX con sus espectáculos andaluces y agitanados.
La obra de Atané aparece anunciada tanto en la prensa como en los carteles teatrales, revelando que durante casi dos décadas coreogafió e interpretó todos los bailes posibles y algunos más, casi siempre andaluces y pre-flamencos. Fueron los años en los que esta clase de bailes insertados en comedias gitanescas despertaban más y más interés: cañas, rondeñas, jaleos, tangos americanos, polos y seguidillas, jotas y mas jaleos.
A partir de 1849 tenemos muchas referencias de su estancia en Madrid con la Pepa Vargas. El 1 de febrero de 1850 se anuncia su Academia Andaluza en el Diario Oficial de Avisos. Entre 1850 y 1854 pasa largas temporadas en Valencia, con parada en Alicante. En 1855 a Barcelona. Estos años son los más prolíficos, cuando Atané pone en escena gran parte de sus creaciones. Y en 1959 aparece nada menos que en Río de Janeiro.