La música andalusí deja una huella imborrable en la cultura musical andaluza, a pesar de los esfuerzo de algunos estudiosos por negarla (y de otros por maximizarla). Es innegable la huella dejada por los musulmanes en la música ibérica, y el flamenco sin duda contiene no pocos elementos que proceden de los siglos que habitaron los pueblos semitas en la Península Ibérica.
Es a partir del siglo VIII, cuando en los territorios cristianos la música litúrgica se denomina mozárabe (hispanogótica, visigótica o hispánica), significando con tal denominación la música litúrgica cristiana practicada durante la dominación árabe. Desde el siglo VII hasta el XI tiene lugar una lógica decadencia de la música mozárabe debido al influjo cultural de los musulmanes, iniciándose un lento renacimiento en el siglo XI en el que se vuelven a copiar antiguos códices litúrgicos.
Pero el carácter eminentemente profano de la música árabe comenzó a ser predominante en la práctica musical de al-Andalus (la Penísula Ibérica para los árabes) a partir del siglo VIII, fundiéndose a su vez con una tradición musical milenaria. Dos culturas semitas confluyen en España, árabes y judíos, que propician el renacimiento de la cultura helénica a través de los árabes que ya impulsara San Isidoro. La presencia árabe será el eslabón entre la música griega y la occidental.
El mestizaje llega a su punto más alto. Lo hispano, preferentemente en el sur peninsular, donde se mezclan los aborígenes, con los romanos y germanos, y a éstos ahora se les unen los árabes
Cuando en el siglo VIII Abderraman I se independiza de Damasco comienza a florecer la cultura cordobesa. En Andalucía casi todo el mundo sabía leer y escribir, mientras que en Europa sólo los clérigos practicaban la escritura y la lectura. Abederramán II se trae de Medina artistas, y de Bagdag a Abulhasán Ali ben Nafi, llamado Ziryab, pájaro negro, por su tez morena, de fácil palabra y de dulce carácter. Se cree que fue esclavo etíope en Bagdag hasta que pasó a Córdoba. Al parecer, le añadió la cuerda central al laúd, antecedente más claro de la vihuela y la guitarra barroca que desembocaría mediado el siglo 18 en la guitarra española, y ésta ya en el 19 en la flamenca.
Después de las bailarinas gaditanas de la época de Roma, la figura más visible de la música hispano-árabe en general y, particularmente andaluza, será Ziryab.
Y otro personaje a tener muy en cuenta es el conocido como el Ciego de Cabra, de nombre Muqaddam ibn Muafá al-Qabrí (siglos IX – X), a quien se le atribuyen la composición de canciones con estribillos en romance y coplas en árabe. Y también el poeta andaluz Aben-Guzman, que presumía de que sus moaxahas se interpretaban hasta en Bagdad (más la música que la letra, que llevaba muchas palabras en la naciente lengua romance).
La moaxaha, que cuando es danzada se llama Zéjel, es una forma tradicional que consta de estribillo, mudanza y vuelta, y jarcha a modo de resumen. Y la nouba, una serie de canciones compuestas en el mismo modo musical y agrupadas en movimientos diferentes según un orden preestablecido, antecedente lejanísimo de la suite de danzas del Barroco.
La tendencia natural del microtonalismo árabe (oriental) hacia el diatonismo cristiano (occidental) supone el primer intento de fusión de lenguajes musicales casi antagónicos, uno temperado y otro no, hecho que se verá desarrollado cuando se funden, mediado el siglo 19, el cante flamenco con la guitarra. En este sentido, habría que apuntar que los árabes, y los españoles en particular, aportaron mucho a la difusión de la música como arte, tal y como hoy lo conocemos.
El recorrido de la ciencia y las artes según Julián Ribera, igual que la filosofía, las matemáticas y la medicina, se ha transmitido sin solución de continuidad de Grecia a Roma, de Roma a Bizancio, a Persia, a Bagdad, a España, y de aquí a toda Europa. Igual que la música. Al Farabi escribe el primer tratado teórico sobre música: Kitabu I-misiqi al-Kabir, compuesto por tres libros: 1. Composición y teoría musical, interválica, ritmo; 2. Instrumentos, laúd y el resto; 3. Composición de melodías tanto para solistas como acompañamiento.
Insistimos, la relación entre el arte flamenco y la música árabe queda patente por los numerosos elementos que identifican ambas expresiones, preferentemente en referencia a la ornamentación con la que se adorna el cante, siendo el arabesco una forma generalizada de calificar dichos ornamentos. Así mismo, muchos de los ornamentos que utiliza la guitarra son calificados de arabescos. Sin olvidar la técnica de pulgar de la guitarra flamenca tan similar a la utilizada en el laúd árabe. En lo que al baile se refiere, los movimientos, por ejemplo de las manos, funcionan también como sinónimo de filigrana y pueden tener su origen en los bailes practicados en al-Andalus. Sin embargo, lo oriental en el flamenco consideramos que no es algo heredado sino más bien recreado. En el siglo 19 los pioneros de la música jonda reinventaron una forma de cantar repleta de orientalismo pero fue imaginada, artificial, artística en definitiva.
El estudioso francés Pierre Lefranc apuntó la relación entre la llamada a la oración llamada Adhan con el martinete. El mismo melismas ascendente lo encontramos también en la soleá de Alcalá, el primer estilo atribuido a Joaquín el de la Paula, así como en una de las seguiriyas del jerezano Manuel Molina. En el siguiente vídeo se puede escuchar este parecido que nos muestra cómo algunos elementos musicales, en este caso melódicos, pueden viajar por el tiempo y aparecer siglos más tarde insertados en otros géneros, en este caso una llamada a la oración y el martinete natural.