Llegan los bárbaros del norte y ocupan la península, dominada hasta entonces por Roma. Vándalos, suevos y alanos (409) se instalan en la península, que se deja dominar mientras a la población indígena la dejen vivir en paz. Él Imperio germano envía a 200.000 visigodos que se suman a los ocho millones de personas que habitaban la Península Ibérica.
Cuatro siglos de anarquía que propician el renacimiento de una cultura ibérica tras la romanización. Los bárbaros, poco dados a lo musical, acaban adoptando el latín como lengua para sus poesías históricas. A partir de entonces, en la península se desarrolla una liturgia denominada visigótico-mozárabe que se corresponde con la cristiana occidental que implantaron en España los siete nuncios o padres apostólicos venidos de Roma, sustituyendo a la antigua liturgia romana, enriquecida con las aportaciones bizantinas, galicanas, ambrosianas, benedictinas e, incluso, irlandesas.
En el siglo VII con Isidoro, obispo de Sevilla, asistimos a un renacimiento de la cultura, con plazas como Sevilla, Toledo y Zaragoza, recopilando cantos no litúrgicos, los más antiguos conocidos. Escribió Las Etimologías o los orígenes de las cosas, primer intento que se verifica en las letras de la Edad Media para revivir la antigüedad clásica y su sabiduría después del paso de los bárbaros: “Sin la música no hay disciplina perfecta; nada hay sin aquella. Porque hasta el mismo mundo, se dice, ha sido formado con cierta armonía de sonidos, y el mismo cielo tiene sus evoluciones bajo la modulación de la armonía. La música mueve los afectos, provoca de diversas maneras el hábito del sentimiento” (Isidoro de Sevilla).
En el Concilio III de Toledo (587) se prohíben los cantos y las danzas de los templos, reminiscencias clásicas que el pueblo sigue practicando. Se prohibió, entonces, una canción que se hacía en Cádiz a los difuntos por no contener texto cristiano y así ocurrió con otras muchas melodías que, una vez desprendidas de su texto, se disolvían en otras formando un corpus melódico que irá cristalizando en canciones tradicionales formando el grueso del canto llano. Isidoro unificará en España, en el IV concilio toledano, la liturgia visigótica con sus ritos y sus músicas, la iglesia nacionalizada bajo la supremacía de Toledo, llamada isidorianaExiste una notación visigótico-mozárabe que hoy resulta prácticamente indescifrable., vencida siglos más tarde cuando la influencia borgoñona, bajo el papa Gregorio, se enseñorea en España e impone el gregoriano. La invasión del Románico traído por los monjes de Cluny y los benedictinos la hará desaparecer para imponer la liturgia gregoriana.
La liturgia cristiana primitiva tuvo origen en el extremo oriental de Europa, en la práctica cristiana de Constantinopla (hoy Estambul) y está en la raíz más antigua de la práctica litúrgica del cristianismo, conocida como liturgia bizantina. Y también lo fue en el extremo occidental, en la hispania visigótica. La liturgia del cristianismo de oriente tiene las mismas raíces que la liturgia latina: por un lado, las ceremonias de los primitivos cristianos con su origen judío y, por otro lado y debido a la localización geográfica, la influencia pagana.
Fue Manuel de Falla quien resaltó el papel de la iglesia bizantina en la liturgia más antigua cultivada entre los pueblos ibéricos, apoyando la idea de que la influencia oriental en la música española era anterior a los árabes. Insistía en que algunas formas de canto melismático han pasado al folclore, no por vía árabe, sino tal vez preislámica, semita o bizantina.