La tercera provincia en los territorios del flamenco es Málaga, comarca flamenca de primerísimo orden y fuente de algunos de algunos de los estilos más representativos del género. Con Ronda, la capital, Álora o Vélez-Málaga como focos de acción más destacados y, por supuesto, la capital, puerto y puerta de cante, que por algo Manuel Machado la llamó la cantaora. Su contribución al género flamenco es fundamental para entender el desarrollo de importantes estilos de cante. Desde la malagueña a los tangos Málaga ha dejado su impronta en cada uno de los estilos con los que ha enriquecido el repertorio, ganándose un lugar muy destacado en el repertorio del cante flamenco. Y dando artista de renombre, desde Juan Breva hasta la Cañeta.
El fandango de Málaga, en sus múltiples variantes locales, proporcionó al cante formas y maneras de interpretar a lo flamenco renovando la tradición. Acercando el canto y el acompañamiento bailable a la estética musical de la seguiriya y la soleá, el fandango malagueño se fue tiñendo de flamencura hasta que cantaores de enorme talla artística, con las creaciones de El Mellizo, El Canario, el citano Juan Breva, La Trini y las malagueñas inmortales del jerezano Antonio Chacón, repertorio con el que lograron forjar cantes de trascendental importancia para el género flamenco. Malagueñas, rondeñas, verdiales flamencos, y bandolás en general, la jabera y los jabegotes, estilos de fandango malagueño que se transformaron, por mor del éxito de polos y cañas, soleares, seguiriyas y cantiñas, en cante flamenco de gran calibre. El acompañamiento de guitarra detuvo el compás para adecuarse a la manera flamenca y permitir al cante la libertad adecuada para crear melodías que han sido modelo del auténtico jipío con sentimiento.
Uno de las variantes más antiguas de repertorio flamenco es el nominado Polo de Tobalo, mítico cantaor que se cree que era rondeño de nativitate. Su polo está documentado desde los años veinte del siglo XIX lo que apunta la antigüedad de la plaza malagueña en relación al flamenco. No en vano, Ronda se encuentra, geográficamente, equidistante de Cádiz, Sevilla y Málaga.
Todo apunta a que, en el grupo de los fandangos, el primer estilo en clave flamenca fue la rondeña malagueña
También es crucial el papel que desempeñó El Mellizo de Cádiz que creó un cante que contenía buena parte de los elementos que configuraban la malagueña moderna, la propiamente flamenca. Por su parte El Canario de Álora y La Trini aportaron en su cante el sabor adecuado a las nuevas corrientes. También fue el gaditano Fosforito un malagueñero de gran talla. Pero hay un gigante de este repertorio que se alza sobre los demás, el jerezano Antonio Chacón, compositor de modelos por malagueñas que trascendieron a su tiempo y se consolidaron como los modelos preferidos por la afición, hasta hoy. Vemos pues, cómo el mundo de la malagueña está forjado a dos manos, entre el Cádiz flamenco y Málaga la cantaora.
Málaga también ha contribuido al cante flamenco por tangos, el acento malagueño de esos estilos tienen un espíritu propio y característico que contribuye a engrandecer el género. Tangos en la tonalidad menor que artistas como El Piyayo aportaron al cante y que, desde su creación, forman parte del repertorio más flamenco, así como los más flamencos de La Pirula, popularizados por La Repompa y la hija de aquella, La Cañeta. Sin olvidar las bulerías que también reinterpretó la malograda Repompa.
Granada
Y no es menos importante Granada, con un repertorio de tangos excepcional y las granaínas inspiradas en los fandangos locales de dicha provincia aunque creadas por un cantaor jerezano, de nuevo Don Antonio Chacón como protagonista de estos cante, otro ejemplo de cómo los cantes no tienen por qué estar ligados al territorio sino más bien a los creadores, más allá de su lugar de nacimiento.
Granada, tierra mítica que alberga una música de enorme belleza que, tras la eclosión del género flamenco, supo adaptar buena parte del repertorio tradicional con acento propio y repletos de flamencura. Granada simboliza como ninguna otra capital andaluza el ideal exótico por el que suspiraban los viajeros del siglo XIX que tanto dieron a conocer la singular forma de cantar, tocar y bailar que se practicaba en el sur de la Península Ibérica. La gitana del Sacromonte, romana y mora, fascinaba a los extranjeros con sus bailes y contribuyó mucho a esa imagen idílica de la Andalucía romántica que tanto fascinaba y fascina a los extranjeros.
En las últimas décadas del siglo XIX, y sobre todo ya entrado el siglo XX, los cantes de Granada comenzaron a interpretarse y ganándose el favor de la creciente afición. Las zambras del Sacromonte hacían las delicias de los primeros turistas del siglo XIX, que se emocionaban ante tanto derroche de arte y exótico sabor pseudo-oriental rescatado en occidente con sus tangos, cachuchas y alboreás.
Partiendo del fandango del Albaicín, y con aromas a la Vega granadina, Chacón compuso cantes de envergadura, de sutil melodía y complicada ejecución, la granaína y la media granaína, a imagen y semejanza de la nueva malagueña flamenca, libre de compás y vigorosa.