Los tablaos, más enfocados al espectáculo en recintos pequeños y a un público preferentemente extranjero tuvieron como complemento la organización de festivales. Si en los tablaos renacía el espíritu de los cafés cantante, los festivales no dejan de asemejarse a los espectáculos de la ópera flamenca, que en los años veinte y treinta del siglo pasado reunían sobre el escenario a varios artistas durante una misma velada.
Generalmente se celebraban al aire libre y el balance global de su efecto es muy positivo, ya que acercaron al gran público una música que tras la guerra había perdido el contacto con la afición. En los años ochenta tuvieron su punto álgido celebrándose centenares de ellos viviendo en los noventa una crisis que llegó a anularlos prácticamente. En los últimos años viven un renacimiento y cada año vuelven algunos de los más señeros.
En los festivales, preferentemente veraniegos, se alternaba el cante, el baile y la guitarra y eran organizados tanto por organismos oficiales, como ayuntamientos o diputaciones, o bien por entidades culturales y recreativas, peñas flamencas, entidades que comenzaron a surgir en los años cincuenta a fin de difundir el arte andaluz, a la par de los concursos que, al igual que ocurriera en los años de la ópera, volvieron a florecer en los cincuenta. Dice Blas Vega:
“El resultado global de estas manifestaciones flamencas, ha sido sumamente positivo en algunos aspectos, sobre todo porque han significado un acercamiento del flamenco a grandes públicos, gracias a unos precios asequibles, y porque han supuesto la forma ideal para que una elevada cantidad de destacados intérpretes puedan vivir de su arte, al percibir remuneraciones dignas y comparables a los otros géneros artísticos, en razón a las subvenciones económicas que los organismos oficiales y algunas entidades financieras destinan a su patrocinio”.
Nombres como el de Antonio Mairena, Fosforito, Camarón, Morente, Fernanda y Bernarda de Utrera, todos los grandes de una época mítica preñada de gitanismo pero con grandes voces en contraste con lo que hasta entonces había llenado las plazas de toros y los grandes recintos.
A continuación podemos ver los cachés de los artistas de cante y toque del año 1973. La mejor muestra del estado de la cuestión en los últimos años del franquismo, según la demanda de los años setenta. Ocupan el primer lugar Antonio Mairena en el cante de hombre, La Paquera y las hermanas de Utrera en el cante de mujer, Paco de Lucía en el Toque.
Manuel Ríos Ruiz apunta:
“Los festivales de flamenco que se celebraban en Andalucía, constituyeron bases fundamentales para la etapa de revalorización del arte andaluz, emprendida a mediados de la década de los cincuenta, porque reunían un público atento, aparentemente muy interesado, en torno a las figuras más significativas del momento. Aunque no tiene que ver con la calidad artística de cada uno de los que ahí aparecen, sí nos indica las preferencias del público”.
En 1986 llegaron a dos centenares los Festivales que se organizaban en Andalucía durante el verano. Ahí comienza la época de decadencia cuando, como decía Juan Valderrama, los políticos se metieron a empresarios.