Los registros fonográficos supusieron una auténtica revolución para la música en general y también por supuesto para el flamenco. La retransmisión radiofónica hizo el resto. Nunca antes en la historia la música había estado tan a mano para millones de seres humanos en todo el mundo. Hasta entonces la única forma de escuchar música era acudiendo a los lugares donde esa se realizaba, las casas, los patios de vecinos, las ferias y festividades profanas y religiosas, las iglesias y, por supuesto, los teatros. Lugares estos últimos importantísimos para el devenir del flamenco como podemos apreciar en los temas anteriores de este curso de historia del flamenco.
El invento del gramófono, la comercialización primero de los cilindros de cera y ya después de las placas de pizarra, supuso una revolución en todos los ámbitos de la música. Desde la última década del siglo XX la memoria del flamenco ya se puede apoyar en los registros realizados por cantaores como Antonio Pozo El Mochuelo, Antonio Chacón, Manuel Torres o la Niña de los Peines. Gracias a esos registros podemos saber, más allá de teorías más o menos fundamentadas, el estado del cante y el toque flamenco en aquellos años cruciales para la consolidación del género.
Curiosamente, llama la atención que las voces que surgen de aquellas primeras grabaciones disten mucho de lo que hoy consideramos como voces rajadas, voces afillás y roncas como paradigma del cante antiguo, arcaico, puro. ¿Por qué resulta imposible encontrar antes de los años cincuenta del siglo XX este tipo de voces de piedra? Seguramente en aquellas primeras décadas del siglo XX solo gustaban otro tipo de voces, pero este hecho sugiere que ese cante con rajo no tiene porqué ser el antiguo cante jondo. La discografía así lo atestigua y deberá ser materia de estudio, a fin de lograr definir el cante jondo al que se refería Falla cuando convocó el concurso de 1922 para rescatarlo del olvido. La flamencología tradicional siempre ha interpretado que el cante jondo por el que suspiraba Falla era precisamente el de esas voces de piedra, pero pudiera ser que se refiriese a voces melismáticas y ágiles del tipo de Vallejo o Marchena. ¿Quién sabe?
El invento del gramófono, la comercialización primero de los cilindros de cera y ya después de las placas de pizarra, supuso una revolución en todos los ámbitos de la música. Desde la última década del siglo XX la memoria del flamenco ya se puede apoyar en los registros realizados por cantaores como Antonio Pozo El Mochuelo, Antonio Chacón, Manuel Torres o la Niña de los Peines. Gracias a esos registros podemos saber, más allá de teorías más o menos fundamentadas, el estado del cante y el toque flamenco en aquellos años cruciales para la consolidación del género.
Aquí un anuncio aparecido en Buenos Aires en el periódico Caras y Caretas del año 1900.