La referencia que suele ser considerada como antecedente claro de una forma de cantar a lo flamenco se encuentra en el Libro de la Gitanería de Triana del Bachiller Revoltoso, que apareció mediado el siglo XVIII y que se refiere, como ya hemos comentado, a la queja de galera propia de los gitanos, queja que podemos emparentar con el ayeo propio de la estética musical del flamenco. A esta cita debemos añadir las múltiples referencias a los gorjeos que realizan los actores ataviados de gitanos que se suben a las tablas de los teatros desde 1750 hasta 1812 cantando más de dos millares de tonadillas que albergan, como hemos visto en la lección anterior, buena parte de los condimentos con los que se acabará configurando el cante flamenco.
Aunque la flamencología tradicional huye de referencias teatrales al tener preconcebido plenamente el nacimiento del cante flamenco entre las familias gitanas de la baja Andalucía, lo cierto es que en las tablas de los teatros los tonadilleros cantaron durante un siglo muchas de las melodías y las maneras que, mediado el 19, dieron lugar a lo que hoy llamamos cante flamenco.
A partir de 1812 se dio el impulso necesario para que, desde Cádiz y Sevilla, se forjase uno de los géneros musicales más apreciados por gentes de todas las culturas, el flamenco. Sin embargo, en 1812 no se podía escuchar flamenco simplemente porque no existía, aunque tenemos múltiples pruebas de que lo flamenco se iba por entonces configurando día a día, golpe a golpe, verso a verso. En las tablas de los teatros se daban funciones variadísimas donde abundaban los bailes, predominando lo bolero. El género flamenco se estaba forjando, adaptándose a los tiempos, cociéndose a fuego lento, poco a poco irán brotando los primeros estilos, aunque habrá que esperar hasta la década de los veinte para que comience a surgir el cante pa escuchar, ya que con él daría comienza una nueva actitud del público ante las canciones y los bailes tradicionales, ahora hechos de forma “jaleada” que es como se empezaron a conocer.
Podemos afirmar, sin miedo a equivocarnos, que el flamenco es consecuencia directa de la natural evolución de la escuela bolera de principios del siglo XIX, cuando el género nuevo se agitanó, se desprendió de las ínfulas afrancesadas que iba adquiriendo lo bolero para hacerse más castizo y cambiar de nombre, nominándose, ya a partir de los años cuarenta del siglo XIX, flamenco.
Y para ello fue imprescindible la presencia de un elevado número de gitanos (castellanos nuevos de las mil razas que poblaron las Españas) debido a la concentración de muchos de ellos en el arsenal de La Carraca a partir de 1749 tras la gran redada que se hizo en toda España, de ahí que Los Puertos, Jerez y Cádiz tuvieran por entonces una muy numerosa población gitana. Este castellano nuevo guardaba el condimento imprescindible para crear el flamenco, un canto hondo y auténtico que mostraba perfectamente la imagen que los andaluces deseaban proyectar, concretado en la trinidad de la cultura musical andaluza: el cante, el toque y el baile.
Si el gitano fue uno de los tipos más representativos de la sociedad española, su presencia la hallamos también en las múltiples comedias teatrales, ora como quiromante, ora bailando y cantando en sus zambras. Los papeles de gitanos, negros y moros, así como los de gallegos o vizcaínos, eran interpretados por los profesionales del género, cantando, tocando y bailando al modo correspondiente. Y así se gestó buena parte del repertorio, los artistas especializados en el género recreaban las tonadas, toques y bailes de aroma popular, devolviéndolos debidamente estilizados al público, que de nuevo los recreaba.
En esta noticia del gaditano Diario Mercantil del 14 de diciembre de 1829, se hace saber que en el Teatro de San Fernando (vulgo Balón) “… el Sr. Del Río ejecutará un papel en su parte de gracioso de negro fingido, cantando y bailando el tango del chorote“. Un cantador de tangos que ataviado de negro recrea su papel. La historia del teatro breve español está llena de estos artistas que se dedicaron durante siglos a traducir en clave andaluza los bailes americanos, las tonadas de gitanos y los toques moriscos, contribuyendo también ellos a confeccionar el género musical que nos ocupa.
Aunque a falta de grabaciones están las partituras que algunos compositores escribieron dejando constancia de por dónde soplaban los aires pre-flamencos.