La popularidad de los gitanos de Cádiz está fuera de toda duda. La nómina de cantaores de la época no es pequeña, comenzando con el Tío Gregorio citado por José Cadalso en sus Cartas Marruecas de 1773
De la alquimia que fundió la queja del gitano con la guitarra barbera surgió el flamenco. Unos pocos fueron los artífices del milagro mezclando sus músicas. Un pionero es sin duda Antonio Monge que, gracias al investigador Manuel Bohórquez, sabemos que no era otro que el famoso Planeta
Y al alumno más destacado de El Planeta, Antonio Ortega Heredia, conocido como El Fillo, de la Isla de Camarón. La primera mitad del siglo XIX será su época.
La gitanería de Triana, entre ellos la familia de los Pelao, contribuirá también en aquellos años con sus martinetes y tonás a alumbrar algunos de los estilos más jondos.
La familia de los Cantorales
Además de los ya citados en la relación que Juanelo de Jerez le proporcionó a Antonio Machado Demófilo se apuntan varios nombres que aún no han sido suficientemente documentados e, incluso, de muchos no sabemos nada. Tal es el caso de Manuel José, El Muerto, Enrique, Juan Feria, Juanelo de Cádiz, Manuel Quintana, María La Cantorala, Juana la Sandita, las Cachucheras, los Díaz, los Fernández, los Antúnez, los Ezpeleta, La Pilí, La Jacoba, el Tío Rivas o La Lola
A éstos habría que sumar todos los boleros que trabajaban en las compañías de los teatros gaditanos El Principal, El Circo y El Balón, sobre todo en estos dos últimos. Seguramente muchos de ellos también participaron en la configuración del género flamenco, tales como Francisco Pardo, cantador de la compañía de José María Dardalla, director de teatro y especializado en personajes gitanescos, famoso por sus interpretaciones del Tío Pinini, El Tío Conejo, y todos los gitanos que, mediado el siglo 19, hicieron las delicias del público que acudía a los teatros de Cádiz, Sevilla, Málaga, Valencia, Barcelona o Madrid. La época en la que lo gitano se puso de moda y hasta las clases más altas de la sociedad los imitaba, para disfrazarse con su gracia, majeza y sal.
Los gitanitos del Puerto
le dicen a los de Cai,
a cuánto vendéis la libra
de la sal que derramáis.
Si pudiésemos escuchar la música que se cantaba, tocaba y bailaba en Andalucía en las primeras décadas del XIX seguramente no la identificaríamos como flamenco. Lo más parecido probablemente serían las tonadas (tonás, melodías) que comenzaban a brotar como soporte musical de los romances que cultivaban los gitanos de la Bahía, Jerez y Triana, o los polos también agitanados, las cañas, y poco más.