En el décimo y último tema del curso Historia del Flamenco tratamos las décadas postreras del siglo XX, los cuarenta años que van desde la entrega de la llave de oro del cante a Antonio Mairena en 1962 hasta la concesión en 2004 del Premio Príncipe de Asturias a Paco de Lucía. No entramos en el siglo 21 al no pertenecer aun a la historia, sino que es hirviente actualidad.
Los nuevos vientos que soplaban en el flamenco tras la concesión de la llave del cante a Antonio Mairena en 1962 coinciden con una renovación total del panorama flamenco hasta entonces. El flamenco pasó de ser principalmente un espectáculo teatral a estar considerado como world music.Aunque hasta 1980 no aparece la marca World Music, la revolución mairenista, el Renacimiento como muchos denominan esa época, tiene todos los elementos que confluyen en los géneros que aglutina esa marca: un género musical contemporáneo creado a fin de integrar en un concepto amplio toda la música tradicional o folclórica, música popular, música étnica y otros géneros locales o característicos de algunas zonas o culturas del mundo en concreto que suelen ser de difícil categorización para el gran público. El fenómeno de la música universal se relaciona estrechamente con el de la globalización y la diversidad cultural., la exaltación de lo íntimo y lo doméstico frente a la parafernalia que venían proporcionando las obras escénicas de las compañías que giraban por la geografía española desde los primeros años del siglo XX.
Desde que en 1939 hubo terminado la guerra fraticida que todo lo destruyó, también quedó hecha cenizas la memoria de una época dorada anterior a la contienda, donde las grandes figuras del cante, toque y baile flamencos llenaban las plazas de toros, los teatros y recintos de toda índoleUna época en la que el género flamenco se había democratizado definitivamente.. Nada de eso existía ya. Pero los nuevos acontecimientos de la década de los cincuentaLa película Duende y Misterio del Flamenco (1952), la Antología de Hispavoz (1954), el libro Flamencología de González Climent (1955) y el Concurso de Córdoba (1956) y la fundación de la Cátedra de Flamencología de Jerez de la Frontera (1958), la llegada de los Tablaos. propiciaron un renacimiento del interés por lo jondo de las élites más o menos intelectuales de un nueva España que surgía ya en los sesenta, coincidiendo con la recuperación económica.
Los nuevos preceptos fueron convenientemente expuestos por Ricardo Molina y Antonio Mairena en su libro Mundo y formas del cante flamenco, editado en 1963. Una suerte de libro sagrado que detallaba la visión de sus autores sobre cómo, dónde, cuando y por qué había nacido el flamenco.
Surge así la nueva ideología que nos habla de una supuesta época hermética, teoría esta sin fundamento pero que es asumida por un segmento nada despreciable de la afición jonda. Hoy se encuentra totalmente superada por la cantidad de nuevos datos aportados en los último medio siglo por los investigadores, pruebas e indicios que vienen a desmentir esa y otras muchas teorías que, sin embargo como decimos, prevalecen para muchos aficionados, artistas y poderes públicos, acusando incluso a quien pone en tela de juicio tales teorías poco menos que de racista, entre otras lindezas. Amén de la razón incorpórea
Los requisitos para entrar a formar parte de ese grupo selecto eran, primordialmente, raciales. El gitano andaluz antes que nadie tenía, por derecho propio, que figurar entre los preferidos del público. Más allá de su calidad artística, la pertenencia a su etnia le daba trato preferente, en detrimento claro está de los no gitanos, los gachés, los payos que, al parecer, no pertenecían al pueblo elegido.
Salen perdiendo claro está artistas de nivel, muy populares entonces y a quienes la nueva ideología culpaba además de todos los males que acarreaba el flamenco. No tenían la culpa los desastres de la guerra, ni los gustos de un público herido que en los años cuarenta no estaba para cante muy jondo, sino más bien para canciones balsámicas que ayudasen a olvidar la miseria y penurias ocasionadas por la contienda.
Pero en los sesenta, junto a la recuperación económica que vive España y la expansión que poco a poco se va instaurando en el comercio exterior, el español estaba preparado para aceptar de nuevo el otrora espíritu trágico del cante jondo. La seguiriya y la soleá vuelven a estar entre los estilos predilectos, y que en boca de viejos cantaores gitanos revive una atmósfera que al parecer había sido eclipsada por la superficialidad de guajiras y otras milongas.
Juan Talega, Tía Anica la Piriñaca, Borrico de Jerez, Rafael Romero El Gallina, La Pirula de Málaga, Sernita de Jerez, los Perrates, Fernanda y Bernarda de Utrera, ellos atesoraban como nadie el auténtico cante que había sido usurpado por Marchena, Valderrama y otros considerados poco menos que “canzonetistas”, cuyo pecado principal era gozar del aplauso del populacho, y no ser gitanos claro. Aunque sucumbieron también al rodillo mairenista cantaores calés como Manolo Caracol o Sernita de Jerez, su popularidad y su cante poco rancio no concordaba con el nuevo catecismo.
Las plazas de Toros, los grandes teatros y los colmaos fueron sustituidos por los festivales y los tablaos, que no eran más que la versión moderna de los grandes espectáculos de ópera flamenca y los cafés cantante respectivamente. En los festivales mandaba Pulpón y Mairena era la principal figura seguida por Camarón y Fosforito.
Se rueda entre 1971 y 1973, en cien capítulos, la mejor y más completa serie de televisión, Rito y Geografía del Cante, los llamados niños de la postguerra armarán la revolución, Fosforito, Enrique Morente, Camarón, Paco de Lucía, Manolo Sanlúcar, Serranito, Paco Cepero, Mario Maya, Antonio Gades, El Güito, Farruco, y tantos otros que prepararán las bases estéticas del flamenco para proyectarlo al siglo XXI. Surge al calor de las nuevas corrientes el rock flamenco, el pop flamenco, el jazz flamenco, las fusiones y confusiones que triunfan en el mundo entero y entre todos llevarán el cante, el toque y el baile a su total renovación, creando dos mundos que conviven perfectamente, la expresión flamenca tradicional y las vanguardias.