En analogía con el toreo, se llama tercio a cada una de las letras de algunos cantes. El esquema más básico de distribución de tercios se basa en un primer tercio de preparación, el segundo valiente y un tercero de cierre. Sin embargo en los fandangos y todos sus derivados se suele también llamar tercio a cada uno de los versos melódicos.
Así en una malagueña, como en cualquier otro estilo que formalmente es un fandango y que se rige por la rueda de acordes propia del estilo, cada uno de los versos melódicos, seis en total, es un tercio
Qué te quise con locura (Tercio 1)
yo en mi vida negaré (Tercio 2)
que te quise con locura (Tercio 3)
mira qué cariño fue (Tercio 4)
que siento las calenturas (Tercio 5)
que me dejó tu querer (Tercio 6)
Pero en una soleá, por ejemplo, se suelen considerar tercios, como decimos, cada una de las letras de una tanda. Y ahí los tercios tiene un carácter determinado dependiendo dónde se sitúen en la tanda. Así la primera letra se suele llamar tercio de preparación, y el carácter melódico suele ser en una tesitura grave y sin grandes intervalos, que sirve, como indica su nombre, para preparar, no solo al escuchante, sino sobre todo al propio cantaor ya que le sirve para preparar la voz.
El tercio valiente, como su nombre indica, debe tener un carácter adecuado al momento, en una tesitura más aguda y con el uso de intervalos melódicos más amplios.
Y el tercio de remate debe tener el carácter de término, melódicamente anuncia el final de una tanda. En este sentido hay que apuntar dos tipos de letras (cantes) que cumplen esta función. Son los cantes de cambio y los llamados machos.