Ayeo. Termino que se refiere a la acción de ayear. La serie de construcciones melódicas resueltas sobre la lamentosa, la quejumbrosa interjección ¡ay!, que sirven de pórtico al cante. García Blanco, destacado orientalista, afirmaba que la interjección procedía del hebreo, como ese ya, ya, hui, que transformado en ya-yai, completarían la serie del primitivo ayeos. También se conoce como ayeo la reiteración de ayes en un cualquier otro momento del cante.
Cante de cambio. El nombre lo recibe debido al carácter cadencial, de cambio bien melódico o armónico, que tienen algunos cantes. Se refiere al cante valiente que remata a una tanda, en el que hay una modulación que cambia de tonalidad –caso del cambio por cabales, del modal de la seguiriya al mayor propio de la cabal. Sin embargo, no siempre se da tal alteración, por lo que el término puede llevar a confusión. Y es que en tantas otras ocasiones el cante de remate cambia ya no en el sentido antedicho sino en la tesitura e intención, mostrándose igualmente como el cierre a propósito requerido. Algunos cantes de cambio se han establecido en el repertorio, como es el caso del cambio de María Borrico, de Manuel Molina o de Curro Dulce, por seguiriyas. No confundir esta letra de remate con el macho, que a diferencia de éste tiene un sentido de estribillo.
Cierre. Tanto en el cante, como en el toque o el baile, el cierre, como su nombre indica, se refiere a un tipo de cadencia rítmica o melódica que tiene la función específica de concluir un número o la sección del número, sirviendo bien de punto de reposo o como final de una pieza.
Coletilla. Elemento formal del cante flamenco que corresponde a una sección añadida a la línea melódica de carácter cadencial, a modo de estribillo. Suele tratarse de versos añadidos a la última letra o bien letras que se interpretan al final del cante, por ejemplo en las bulerías de Cádiz que se cantan, a modo de coletilla, al final de las alegrías. // Sección conclusiva de todo o parte de un baile flamenco.
Farfulleos o farfullos. Glosolalias. Vocalizaciones sin sentido que introducen las coplas, se intercalan en las mismas o llegan a sustituirlas dado el caso. Existe en la música española una larga tradición en este sentido, como también se cultiva en otras músicas -el scat en el jazz. Farfulleos y glosolalias son términos sinónimos. También se llama farfulleo en un sentido genérico a ese momento del cante en el que el intérprete realiza algún verso cantado por lo bajini, balbuceando las palabras entonadas con un volumen muy bajo.
Glosolalias. Término flamenco, aportado por Ricardo Molina Tenor –y Antonio Mairena-, para definir los juegos vocales que se realizan sobre determinadas sílabas –“ay”- o, al estilo del scat jazzistico, conjunto de sílabas sin sentido –“tirititrán”, “len-leré”, “lolailo”, “tirititi”, “ya-yay”, “tran-tran”, “trabilitrán”-, tarara, larala, alala, tiritiritir loleilo, lerele, lolailo, lalalala, torrotrón, laran laran, tan taran tan, aylili, y otras muchas, con los que el cantaor introduce vitalidad y gracejo a su interpretación. El repertorio de glosolalias es extensísimo y presente en muchas obras de la música lírica española desde el siglo XVIII, a modo de onomatopeyas que en general suelen imitar otros instrumentos. También llamadas tarabillas son expresiones que por lo común sirven de introducción al cante en sí, pero a veces se intercalan a velocidad de vértigo en medio de una letra cuando no, como en el scat, estas vocalizaciones sin sentido sustituyen a la copla misma. Cantaores que olvidan en un determinado momento las coplas, las sustituyen tranquilamente por glosolalias y a otra cosa; esto resulta más frecuente a la hora de acompañar el baile, pues se ha de entrar en determinados tiempos y si en tanto no ha venido a la memoria letra alguna hay que recurrir a esta solución de emergencia. Así según parece pudo nacer el “tirititrán” como entonación de las alegrías.
Jalear. Función del jaleador a fin de animar la interpretación flamenca, ya sea el guitarrista al cantaor, éste al tocaor, ambos al baile. Esta acción de jalear corresponde en un cuadro flamenco preferentemente a los palmeros, jaleadores por excelencia. Algunos artistas se jalean incluso a sí mismos, después de un remate virtuoso en la guitarra y, sobre todo, en el baile tras un desplante. Costumbre poco recomendable pero bastante usual.
Juguetes o juguetillos. Estrofas cortas que, a modo de estribillos de tres o cuatro versos, se intercalan en ciertos cantes festeros; sobre todo en cantiñas. Aunque generalmente siguen ese modelo los juguetillos responden a todo tipo de versificación. El siguiente es, por caso, una seguidilla: “A la mar que te vayas/querido Pepe,/por mu lejos que vayas /me voy por verte”. De forma genérica en el siglo XIX se llamaron así a las alegrías. Antonio Machado Demófilo se refirió a ellos con cierto tono despectivo: … unos guasones del pueblo que cantan juguetillos y alegrías, como los causantes del apocalíptico declive de los cantes jondos, profecía que jamás se cumplió, sino más bien todo lo contrario. Se suele cantar, como decimos, para completar una cantiña, aunque también se canta solo, por ejemplo en la llamada castellana que se realiza en el baile por alegrías entre el silencio y la escobilla. Suelen ser de tres o cuatro versos con diferentes métricas, y tienen una función parecida a la usada por el bordón de la seguidilla. Tienes los dientes, que son granitos de arroz con leche.
Macho. Variante que, en una misma tanda de cante, sirve como complemento o contestación a la copla o coplas que le preceden. Aunque hoy a penas se habla de otra cosa que del macho de la caña, según los más veteranos antaño todos los aires flamencos de enjundia gozaron del suyo propio. Es más, dicen que existió un “macho redoblao”, del que no se tienen mayores noticias pero que es de suponer que consistía en repetir con énfasis partes del mismo al interpretarlo. Afirma la flamencología tradicional que el sentido del macho es servir de remate musical, aportando por su vivacidad o cambio tonal un sistema claro de cierre, cuando en verdad el macho servía de contestación o complemento literario a lo anteriormente expuesto en la copla o coplas precedentes; funcionaría, para entendernos, a modo de moraleja. Es el macho, varon, que complementa a la femenina copla. Sabemos que el cante por jaberas tenía como macho las llamadas rondeñas del Negro, que el polo del Fillo y el de Tobalo tenían el suyo, y la serrana también, siendo en esta la estrofa de tres versos que sirve para conformar la seguidilla compuesta. Dice la seguidilla serrana: “Yo crié en mi rebaño/una cordera;/de tanto acariciarla,/se volvió fiera”, concluyendo su macho -el estribillo de la seguidilla-; “Que las mujeres,/cuanto más se acarician,/fieras se vuelven”. Y ahora, tras el macho, vendrá el remate: la seguiriya de María Borrico. Valga este perfecto ejemplo para aclarar el por qué afirmamos que no se debe de confundir el macho con el cante de cambio o valiente que cierra una tanda –aunque pueda emplearse así-, pues valiente entre los valiente es el cambio seguiriyero de María Borrico con el que se acostumbra a rematar, en buena lógica musical, la serrana y que se diría después del macho.
Paseíllo. C. Nombre que recibe la tanda de ayes que se cantan en la caña y el polo.
Redoblar. Se aplica el término al cante en que sus tercios –o parte de un verso- se repiten, aplicándole mayor intensidad al remacharlos. Son estilos de mayor dificultad interpretativa, como el martinete redoblao.
Remate. Cadencia rítmica, melódica o armónica. El cierre, el punto final de una obra o de cada una de las partes que la componen.
Salida. Se llama así al principio de un cante. Hubo quien lo diferenció del temple, previo a la copla inicial, entendiendo que la salida se correspondía con esta misma. Sin embargo, entendemos que la salida es en sí el arranque mismo. Curiosamente, y como suele ser bastante común en el flamenco, puede tener el mismo significado que entrada, según se entienda, de entrada en el escenario o en la música, o salida a escena por parte de un bailaor. En la guitarra, como decimos, la salida indica la acción de comenzar a tocar, así se dice: salió tocando por soleá.
Temple. Preparación que hace el cantaor o cantaora antes de iniciar el cante propiamente dicho, para coger el tono y el tempo, y que suele consistir en una serie de quejíos o bien glosolalias. Es un elemento característico de la música flamenca y forma parte de la estructura formal de muchos cantes, diferenciándose del ayeo, esto es, después de la introducción de la guitarra suele haber un temple de la voz y, una vez cogido el tono, se realiza el ayeo como fórmula de salida del cante.
Tercio. En analogía con el toreo, cada una de las estrofas de los cantes. Los versos melódicos de que consta cada estrofa, en referencia a los diferentes momentos de la interpretación, pues a veces un tercio se construye con una glosolalia intercalada. También puede denominarse tercio a cada uno de los momentos de la interpretación de un cante completo: estilos de preparación, de dificultad media; estilo valiente, donde el intérprete ha de emplearse, y estilo de remate o macho.
Valiente. Cante o tercio que implica una particular dificultad y obliga al intérprete a hacer demostración de facultades.