Como es natural, las formas de la música vocal están muy condicionadas por las letras sobre las que se interprete esa música. El número de versos de una estrofa y el número de sílabas de cada verso obliga a desarrollar elementos formales que suelen definir esta música.
Por ejemplo, el hecho de que verso octosilábico sea el más extendido en la lírica hispana tiene mucho que ver con la extensión de los versos melódicos o tercios del cante. La seguidilla, cuarteta con versos alternos de 7 y 5 sílabas, es muy usada en la práctica vocal del flamenco, así como el refrán de tres versos que sirve de remate (y moraleja) a este tipo de copla popular, lo que de igual forma incide en la forma musical. La seguidilla además tiene una estructura que encontramos en las sevillanas que es común a este género tan importante de la música popular española desde 1750.
La seguiriya, esa extraña composición poética de 6, 6, 11 y 6 sílabas, el verso largo de estos cantes marca la composición musical otorgándole la expresividad necesaria.
Los fandangos, con sus seis versos melódicos, utilizan estrofas de cinco o de cuatro octosílabos repitiendo uno o dos respectivamente.
La forma musical viene entonces totalmente condicionada por la estructura lírica de cada uno de los estilos flamencos.