Introducción
La guitarra flamenca surgió como instrumento de acompañamiento, al cante y al baile. Como guitarra de concierto tardaría un poco más, cuando la especialización alcanzó el nivel técnico e interpretativo adecuado para tocar alante
El flamenco no cuenta con un ensayo integral sobre el acompañamiento, esto puede deberse a las muy diversas formas con las que se pueden acompañar los cantes, y esa escasez de métodos de acompañamiento deja huérfanos a aquellos que están más interesados en el cante y el baile que en la faceta de concertista. El acompañamiento al cante se basa en patrones que los guitarristas adoptan para cada estilo. Tocar por arriba
No pretendemos hacer aquí un tratado sobre el acompañamiento aunque trazaremos las líneas fundamentales para el acompañamiento al cante. Lo más importante es el conocimiento del repertorio, lo que implica una notable afición al cante flamenco, única manera de llegar a dominar el extenso corpus de variantes de los estilos. No es suficiente saber acompañar un estilo de soleá, por ejemplo el cante de Enrique El Mellizo, sino las decenas de estilos que existen, cada uno con unas pautas de acompañamiento particulares. Las diferentes ruedas de acordes que se aplican a cada uno de ellos precisan el conocimiento de antemano de la melodía de esos cantes, a fin de no interferir en la buena interpretación del cantaor.
Los requisitos que debe poseer un guitarrista que acompañe el cante los podemos resumir en los siguientes:
- Conocer el tono en el que se acompañan los cantes, si por arriba, por medio, en el tono de taranta o granaína, etc.
- Conocer el compás en el que se interpreta cada estilo, binario, ternario, de almalgama, y aquellos exentos de compás aunque con una rítmica que se suele denominar ‘libre’.
- Conocer la forma musical de los cantes: cuándo se hace la variación, la falseta o el cierre y la extensión que debe tener cada sección.
- Conocer el armazón armónico de cada cante, los acordes que acompañan cada melodía flamenca.
- Saber acompañar el mismo estilo en diferentes tonos a fin de adaptarse a la tesitura de cada cantaor, utilizando o no la cejilla.
- Intuición musical suficiente para reaccionar ante un cambio estilístico por parte del cantaor. Por ejemplo si canta por bulerías por medio y cambia al cante en modo mayor.
- Interacción entre cante y toque en cuanto a la dinámica y articulación apropiadas para cada estilo.
- Intentar aunar el estilo del acompañamiento con el cante, teniendo en cuenta que buena parte del repertorio de cante fue creado hace más de un siglo y el acompañamiento debe, en cierto modo, respetar el carácter estético de esa música digamos clásica.
- Controlar la afinación, ejecución y limpieza de las falsetas a la hora de acompañar al cante.
- Controlar el sonido y la pulsación: calidad del sonido y la gama amplia de timbres y matices.
- Conocimiento del diapasón para lograr el mejor resultado a la hora de acompañar el cante.
El guitarrista acompañante debe estar familiarizado con el repertorio histórico de falsetas y variaciones, lo que le facilita la composición de formas personales sólidas. Los recursos que se abren ante un guitarrista formado en el repertorio ‘clásico’ son infinitos, dotando a su música de los cimientos necesarios para emprender la práctica creativa.