Interpretar el pasado
Solo cuando conoces la música por dentro eres capaz de interpretar su significado en el pasado y el presente. Aunque también puedes ser un gran conocedor de toda la teoría, armonía, contrapunto, fuga, y el mundo entero en un pentagrama, y no saber diferenciar una seguiriya de una soleá.
Según cumplo años, aunque hay pasiones que se van desvaneciendo, siempre quedan a flote las vocaciones. Una de ellas es la de interpretar el pasado del flamenco, que es el género musical, de entre los muchos que amo, al que la vida me ha abocado. Siempre quise dedicarme a lo que me dedico y doy gracias al cielo por concederme el don para poder vivir de lo que me gusta.
Interpretar el pasado es tarea ardua e ingrata donde las haya, sobre todo cuando el resultado de esa interpretación choca de plano con lo comúnmente establecido por la tradición, oral o escrita, popular o académica. Entre la historia, aquello que quedó reflejado en los escritos y en general en la memoria, y la intrahistoria, todo aquello que ocurrió pero no quedó plasmado en lugar alguno, el investigador debe interpretar el pasado sin prejuicios y con valentía, recreándolo y reconstruyendo lo acontecido aunque nos toque trabajar con las cenizas de un incendio. Por ejemplo, si escribimos una biografía de El Nitri, del cual sabemos na y menos, cómo demonios vamos a construir un relato creíble si no tenemos la mínima información sobre su vida y obra. La clave está en que no chirríe un acontecimiento concreto en torno al momento reinterpretado. No es de recibo referirse a los viajes por todo el mundo de un escriba paralítico, ni a las obras completas de un iletrado, las cualidades vocales de un mudo o el virtuosismo a la guitarra de un manco. Aunque Enrique el Cojo, gran bailaor y maestro, o Beethoven, genio y sordo, sean excepcionales ejemplos de que no siempre el sentido común es la mejor vía para reinterpretar el pasado.
Personalmente, cuando emprendo un trabajo de investigación, normalmente prefiero aportar datos para que otros los interpreten antes que lanzarme a la piscina con interpretaciones que dan pie a “los diablitos” a ponerte de vuelta y media. En la “Guía Comentada” de 2008 me baje más de diez mil datos, aunque últimamente he leído un trabajo sobre el tema y cuál ha sido mi sorpresa al ver que el autor lo ha ignorado totalmente, será que desconoce su existencia, a pesar de lo mucho que contiene, referencias que están ahí para que mis compañeros las interpreten y apuntalen sus teorías sobre diversos aspectos del pasado apoyándose en fuentes de primera mano, ya que todo el mencionado libro está basado en partituras manuscritas de los años que van de 1750 a 1808. Así mismo, el Afinador de Noticias, otro de mis libros, no es más que una catarata de recortes de prensa ordenados cronológicamente para que los estudiosos tengan material con los que poder interpretar el pasado.
«Lo llevo viviendo décadas, cosas mías en libros de otros que no han tenido la decencia de citarte. Y no me refiero a los datos, que esos tarde o temprano alguien los encuentra, sino al largo repertorio de reflexiones, a las ideas»
El último libro, América en el Flamenco, es otro cantar. Ahí sí que me he zambullido en la interpretación del pasado, de ahí que haya opiniones (y sobre todo silencios) para todos los gustos. Las opiniones son siempre bien recibidas, los silencios reconozco que no me extrañan. Sé que hay quien se hace con el libro para buscarse en el índice onomástico y ver qué dices de ellos, sin importarles en absoluto el contenido, menos mal que muchos otros te escriben y comentan los errores que detectan y, lo mejor, comparten en privado su opinión. Supongo que también habrá quienes la comparten en público sin estar yo presente. Y después están los de siempre, leen el libro, hacen suyas las ideas propuestas y al cabo del tiempo lees mucho de lo que ahí aparece, y te lo presentan como si fuese cosa suya. ¿Y cuando te ven y vienen a contártelo?, es decir, se han olvidado dónde lo leyeron y lo han interiorizado de manera que creen que una idea concreta es de cosecha propia. Lo llevo viviendo décadas, cosas mías en libros de otros que no han tenido la decencia de citarte. Y no me refiero a los datos, que esos tarde o temprano alguien los encuentra, sino al largo repertorio de reflexiones, a las ideas. Pero eso es lo que hay y tenemos que aprender a convivir con semejantes “compañeros”.
Por otra parte, siempre he pensado que para contrastar los datos en cuestiones musicales es conveniente conocer cómo funciona la materia musical en su medio natural, la comunicación entre seres humanos. Sé que muchas de las mejores reflexiones en cuanto a cosas de la música proceden de personas que no tienen conocimiento alguno sobre cuestiones de teoría y práctica musical, tanto del proceso creativo como del interpretativo, que en el flamenco pueden partir de la misma persona. Sin embargo, solo cuando conoces la música por dentro eres capaz de interpretar su significado en el pasado y el presente de modo concreto. Aunque también puedes ser un gran conocedor de toda la teoría, armonía, contrapunto, fuga, y el mundo entero en un pentagrama y no saber diferenciar una seguiriya de una soleá. Conozco colegas que sin tener ni papa de teoría musical tienen un oído prodigioso que les ayuda a interpretar el pasado que ya quisiera yo, y también sé de otros que no saben hacer compás pero hablan del tema con una valentía que para qué, y eso entristece. Siempre he dicho que para ser musicólogo es conveniente ser músico, o lo que es lo mismo, para ser flamencólogo antes hay que ser flamenco.
«Siempre he dicho que para ser musicólogo es conveniente ser músico, o lo que es lo mismo, para ser flamencólogo antes hay que ser flamenco»
Para hablar de la historia de la soleá, como estilo musical dentro del género flamenco, no de sus intérpretes ni de los creadores de variantes, sino de la materia musical, del compás o la tonalidad, la rítmica o la melodía, considero imprescindible no sólo saber de música sino también poder cantar o acompañar por soleá. Yo toco la guitarra para que me echen de España, pero cuando acompaño el medio centenar de variantes por soleá no se me va un tono, ni me voy de compás. Traigo asfixiado al cantaor, eso sí, ya que de variaciones estoy cortito con sifón, y de falsetas no te quiero ni contar (pregunten al maestro David Pino, que es un bendito). Ahora eso sí, doy los acordes apropiados en cada momento e intento, en la medida de lo posible, ayudar lo que puedo al buen discurrir del cante, sin molestar. Ahora que toco para cortarme las dos manos no le quepa a ustedes la menor, ni sol mayor.
Pues eso, que la tarea de interpretar el pasado es apasionante pero te metes a veces en cada jardín que no veas. El laberinto de la historia nunca te lo pone fácil, cuando menos te lo esperas… ¡zas! Paco con la rebaja. Y eso es lo que hay. Pero bueno, métete a decorador de interiores si no te gusta que te den palos por opinar. No olvides que el flamenco es arte de opinadores. Los hay que construyen, aunque el más común es el derrotista, de esos en este mundillo los hay para dar y regalar.
→ Ver aquí las entregas anteriores de la sección A Cuerda Pelá de Faustino Núñez en Expoflamenco